La Luz, el Orden y el Ser primarios
La Luz primaria
La Luz primaria es Dios, o mejor dicho Jesús, como explica la Biblia en Juan 1:4:
«En Él (Jesús) estaba la Vida y la Vida era la Luz (primaria) de los hombres». Juan 1:4
El Señor lo explica más extensamente en GEJ 1.1.13:
Dice el Señor:
«Queda entendido que el Ser primario de todo lo que existe, la Idea primaria de todas las ideas, la Forma primaria de todas formas, por un lado no podía estar sin forma y por otro no podía implicar la muerte, porque esta constituye el polo absolutamente opuesto de todo lo que tiene existencia. Por lo tanto, en este Verbo, esta Luz o este Pensamiento divino estaba la Vida perfecta. Por consiguiente, Dios era la Vida básica eterna en sí y por sí mismo. Esta Luz o Vida hizo que salieran de sí misma todos los seres y los hombres, con luz y vida en ellos. Por tanto, estos seres y hombres eran la imagen perfecta de la Luz primaria que estaba dentro de ellos, de la Luz primaria que constituía su existencia, su luz y su vida totalmente parecida a la del Ser primario eterno».
Para profundizar esto es bueno leer cuando el Señor aclara el versículo 1 (Juan 1:1):
«Al principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo». Juan 1:1
El Señor revela el significado:
«En el Origen primario, en la Causa primaria de todo Ser ya estaba la Luz... El grandioso y sagrado Pensamiento de la Creación... La Idea substancial... Esta Luz no estaba solamente en Dios, sino también con Él, es decir, se proyectaba afuera de Él como sustancia perceptible, envolviendo al Ser divino primario. Ahí se manifiesta ya el primer vestigio de la encarnación venidera de Dios». GEJ 1.1.6
En resumen:
«En Dios estaba la Luz (primaria) y la Luz (primaria) penetraba y envolvía a Dios, y Dios mismo era la Luz (primaria)». GEJ 1.1.8
El Orden primario
Dice Jesús:
«Es fácil comprender que, entre todos aquellos que ni Me recibieron ni Me reconocieron, el Orden primario quedó alterado y con este trastorno permanecieron en un estado de aflicción llamado “mal” o “pecado”. Pero entre muchos otros que Me recibieron, es decir, que Me reconocieron en sus corazones, era indispensable que este “mal” desapareciera por la unión restablecida con el Orden fundamental y el Poder primario de todo Ser. Se reconocieron a sí mismos en Él, reconocieron dentro de ellos la Luz primaria dada por Mí y encontraron en ella la Vida eterna e indestructible». GEJ 1.2.9
El Orden primario son las Leyes Divinas de Dios que cuando un ser libre no lo quiere asumir como su propio orden, entonces entra en conflicto con el Universo (espiritual y por ende también el material).
Y un hombre así no puede subsistir eternamente, porque no recibe la Vida eterna, y por lo tanto está perdido hasta que recapacite y comprende que no hay otro camino que el de Jesú (la Luz primaria):
En la Biblia, Jesús declara:
«Yo soy la Luz (primara) del mundo; el que Me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida». Juan 8:12
El Ser primario
Y a continuación creo que ahora es más fácil de comprender que el ser primario es también nadie más que Dios Mismo, el Creador de todos los seres.
Dice Jesús en GEJ 1.1.12-20:
«Quien ha comprendido enteramente estos tres versículos, fácilmente asimilará el cuarto versículo:
“En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres”. (Juan 1:4)
Queda entendido que el Ser primario de todo lo que existe, la Idea primaria de todas las ideas, la Forma primaria de todas formas, por un lado no podía estar sin forma y por otro no podía implicar la muerte, porque esta constituye el polo absolutamente opuesto de todo lo que tiene existencia. Por lo tanto, en este Verbo, esta Luz o este Pensamiento divino estaba la Vida perfecta. Por consiguiente, Dios era la Vida básica eterna en sí y por sí mismo. Esta Luz o Vida hizo que salieran de sí misma todos los seres y los hombres, con luz y vida en ellos. Por tanto, estos seres y hombres eran la imagen perfecta de la Luz primaria que estaba dentro de ellos, de la Luz primaria que constituía su existencia, su luz y su vida totalmente parecida a la del Ser primario eterno.
Como la Vida primaria de Dios tiene que ser enteramente independiente y libre —de no ser así no sería Vida—, y como en los seres creados la vida tiene que ser absolutamente la misma, se podrá fácilmente comprender que a los hombres sólo les podía ser dada una vida absolutamente independiente y consciente de sí misma. Pero precisamente por esta consciencia, la vida tuvo que reconocer que no era de origen propio sino que procedía de Dios, a semejanza de la Vida de Él.
Esta noción tenía que existir en todos los seres creados, al igual que su vida y existencia tenía que estar enteramente en concordancia con la de Dios, de lo contrario no tendrían ni vida ni existencia.
Si analizamos esta situación de más cerca, sacaremos la conclusión de que en los seres creados tienen que confrontarse inevitablemente dos sentimientos: el sentimiento de la Perfección divina, o sea, de la Luz primaria divina dentro de ellos, y —por estar en esta misma Luz— el sentimiento de su evolución subsiguiente por la Voluntad del Creador.
La primera noción iguala a la criatura con el Creador, con lo cual también ella tiene el sentimiento de haber surgido de sí misma, absolutamente independiente del Origen primario, a pesar de llevarlo dentro. El segundo sentimiento, con la consciencia de tener vida, tiene que reconocer su procedencia del Origen primario y, por consecuencia, su dependencia de él. Y tiene que admitir que sólo al correr de los tiempos la vida podría manifestarse como libre por sí misma.
Esta humillante noción de dependencia hace que también el primer sentimiento de sublimidad se humille, lo que es un hecho indispensable como se verá en el texto siguiente.
El sentimiento de sublimidad lucha fuertemente contra tal humillación y la quiere eliminar.
De esta lucha surgen el rencor y el odio contra el Origen primario de todo Ser e inevitablemente también contra el sentimiento de humildad o dependencia. Por consiguiente, el sentimiento de sublimidad se cansa y oscurece en los seres creados y, en vez de la Luz primaria, quedan la noche y la oscuridad. En su oscuridad, esta noche no llega a reconocer la Luz primaria dentro de sí y, ciega pero independiente y libre, se aleja del Origen primario de su propio ser». GEJ 1.1.12-20
Leer el contexto completo en:
Comentarios
Publicar un comentario