Abel se defiende de Caín

Caín se fue directamente a Abel; y le dijo con dulzura: «¡Hermano, ven y líbrame de la serpiente que de nuevo quiere destruirme!».

Pero Abel le respondió: «Lo que tú crees que pueda ocurrir, ¡esto ya ha ocurrido! Aun así, lo que tú me pides dentro de tu depravación, esto te lo voy a consentir por mi amor...

La muerte que tú piensas darme caerá sobre ti, y mi sangre con la que vas a manchar la tierra clamará a Dios y caerá sobre ti y todos tus hijos; y la piedra con la que vas a matarme a golpes será una piedra del escándalo en la que tropezarán todos tus hijos. La serpiente estropeará toda la sangre de la Tierra, y los hijos de la Bendición clamarán venganza sobre tu sangre.

Vendrán unas grandes tinieblas sobre vosotros y nadie comprenderá el lenguaje de su hermano –– como tú que ahora ya no comprendes el mío, porque has permitido que te deslumbre tu propia maldad manifiesta en la forma de la serpiente dentro y fuera de ti –– que era, es y siempre será la maldición manifiesta del juicio justo de Dios.

Ve, como el Señor me ha descubierto el concepto de tu maldad disimulada y tu gran furia; también sé lo que intentas hacer conmigo y sé el porqué.

Oh, tú, cuya ceguera durará hasta el final de todos los tiempos, llévame pues de víctima inocente, y procede conforme a tu maldad fuera y dentro de ti, para que quede manifiesto que tu serpiente es una eterna embustera mentirosa... De modo que después ya experimentarás en ti mismo quién de entre tú y yo es el engañado...

La infamia que hiciste al Señor te tomará preso, y después de tu crimen se te abrirán los ojos y los oídos para que veas que el Señor me acoge como último sacrificio de tu mano, bien recibido.

En adelante ya no habrá miramientos para ti sino únicamente la muerte con la que sacrificaste a tu hermano.

Y para que veas que tengo todo poder sobre ti y que me resultaría muy fácil aniquilarte, te voy a dar una muestra de ello: mira aquella montaña de allí, hacia medianoche, al otro lado del río...

Ahora ve que la llamo:

“¡Soy Abel, el bendito del Señor, lleno del Poder y de la Fuerza del Espíritu santo!, ¡te mando que te derrumbes y desaparezcas, para que Caín se entere del tamaño de su mentira!”.

Ya ves, Caín, que la montaña ha dejado de existir a causa del Espíritu del Amor cuya Fuerza es inherente en mí... e igual de fácil me resultaría aniquilarte a ti...

Pero para que veas que la Fuerza en Dios no es nada “quebradiza” y que en tu hermano no hay la menor tendencia de tiranía, voy a seguirte como un cordero al lugar donde le van a degollar».

A eso, Caín cogió a Abel amablemente del brazo y le dijo: «Pero Abel, ¿qué piensas de mí? ¡Yo vengo para pedirte ayuda y tú, de antemano, me inculpas de tu muerte! Ven, pues, al lugar donde la serpiente te está esperando y destrúyela como la montaña –– y libra a los dos de los reproches de ella».

Abel todavía le contestó: «¿Cuál es la diferencia entre tú y la serpiente? –– ¡Qué ciego eres! ¿Acaso te imaginas que también yo soy un asesino fratricida como tú?

Por esta causa te sigo y moriré para la Vida, mientras que tú continuarás viviendo para la muerte».

Estas fueron las últimas palabras de Abel dirigidas a Caín y le siguió adonde este le llevaba.

Nada más llegar al lugar donde la serpiente estaba esperando, la malicia de Caín quedó manifiesta y enredó los pies y las manos de Abel, le tiró al suelo, tomó una gran piedra y destrozó la cabeza de Abel de modo que la sangre salpicó alrededor sobre el suelo.

La serpiente se soltó de los pies de Abel, tomó la piedra en sus fauces y se fue para depositarla delante la puerta de Caín, mientras que ella misma se ocultó en la arena debajo del zarzal.

Fuente: GobD 1.19.19.29

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