Influencia recíproca en el matrimonio
1 «Todo eso nos queda claro», dicen los
visitantes. «Pero como también se ven en esta asamblea mujeres
totalmente integradas, se plantea el interrogante de por qué están
en ella».
2 «¡Es más que evidente!
3 ¿Acaso no es una antigua tendencia de las
mujeres, más débiles, desear ardientemente ocupar precisamente los
cargos que menos pueden ejercer: reinar y gobernar? Cuando un hombre
que ocupa cualquier cargo tiene una mujer o se casa, seguro que la
mujer terminará reinando más que aquél a quien se le confió el
puesto.
4 La mujer se sirve de toda su astucia femenina
para imponer sus ideas. Y el hombre ha de tener mucha firmeza para no
dejarse engatusar por su “Eva”».
5 «¿Cuál es la verdadera razón de que, por lo
general, la mujer salga victoriosa con su sagacidad?».
6 «Es muy fácil», responde el guía.
«Considerad a la mujer como a las raíces de un árbol. Aunque el
tronco con su copa se encuentre con la luz del cielo y absorba su
alimento etéreo de los rayos del Sol, todavía recibe la mayor parte
de su alimento a través de las raíces. Si las raíces se
independizaran del árbol, ¿qué sería de él? Empezaría a secarse
y en seguida dejaría de dar fruto.
7 La mujer lo sabe inconscientemente e igualmente
sabe muy bien en qué medida es una necesidad para el hombre. Si es
de mala índole, entonces hace lo que frecuentemente hacen las raíces
de un árbol: producen nuevos brotes y los nutren, privando al árbol
del alimento que le corresponde. De semejantes brotes rara vez sale
un árbol fuerte que produzca fruto, solo arbustos. Si el árbol no
contrarresta tal extravagancia de las raíces con el alimento más
sublime absorbido de la luz, extendiendo su copa y sofocando los
arbustos malignos, su propia existencia estará en peligro.
8 Lo mismo ocurre con el hombre que tiene una
mujer dominante que quiere imponerse en todo. Si no consigue
contrarrestarla con toda su virilidad, entonces la mujer pronto le
habrá cercado con excrecencias secundarias y él se volverá cada
vez más flojo: toda su fuerza se ha quedado ahí. Este es el afán
femenino de reinar y gobernar.
9 Otro ejemplo es el de los niños que, en su
debilidad, a veces tienen más poder que un gran autócrata.
Imaginemos al padre de un niño que apenas sabe hablar. Pueden venir
miles de personas para quitarle al autócrata una idea de la cabeza,
pero vendrán en vano. Sin embargo, si el niño le mira con cariño y
le dice: “Papa, ¡quédate conmigo y no salgas porque tengo miedo
que te pase algo!”. Entonces el autócrata se ablanda y hace caso
a su hijito.
10 Volvamos a las mujeres. Sabéis que el hombre
cambia la voz durante la adolescencia, adoptando un sonido más
grave. Pero la mujer mantiene la escala infantil y, más o menos,
también toda la psique del niño. Por ello conserva igualmente ese
poder infantil del que hemos hablado.
11 Mediante esta facultad la mujer puede ejercer
su influencia sobre el hombre “desde las raíces”.
12 Con esto os habrá quedado claro la razón de
que en esta asamblea se vean mujeres. Y sabed que en el Más Allá la
mujer permanece unida al hombre hasta que este no se ha purificado de
todas sus tendencias mundanas.
13 Frecuentemente un hombre podría llegar mucho
antes a un grado de pureza espiritual si no fuera porque su mujer le
retiene con sus inclinaciones más mundanas. De modo que también los
hombres de esta asamblea estarían ya en condiciones mucho mejores si
no hubiera en ella todas esas mujeres.
14 Cada vez que un hombre toma la decisión de
orientar su mente hacia valores más sublimes, la mujer, con su
despotismo innato, siempre sabrá proponerle otro camino. Con otras
palabras: en el mundo espiritual un hombre acompañado por una mujer
así progresará con más dificultades todavía que en la Tierra. Y
si quiere separarse de ella, ya sabrá ella motivarle con sus ruegos
“infantiles” y con sus ideas inocentes para que se quede y para
que le prometa que no la abandonará nunca.
15 Incluso muchas veces se da el caso de que
llegan a esta región hombres con buen corazón acompañados por
mujeres que ya se han vuelto buenas para el infierno. Estas son las
más peligrosas y, a la vez, las más tercas, porque su corazón está
apegado a aquello que forma parte del infierno aunque, por las más
diversas e interesadas razones, también esté apegado a su marido.
16 Como todas las aspiraciones de dicha mujer la
atraen al infierno, mientras que el hombre de mejores tendencias no
tiene fuerza suficiente para separarse de ella sino que cede a la
aparente debilidad de su mujer, ella le arrastrará poco a poco y de
la manera más “inocente” hacia más allá de aquel río que ya
conocéis. Incluso a algunos ángeles poderosos les cuesta mucho
trabajo, y muy penoso, y una gran paciencia, arrancar al hombre de su
mujer, tan fatal para él. Según vuestra noción del tiempo puede
llevarle varios cientos de años. Y en esta asamblea hay unas cuantas
mujeres así».
17 «¡Pero muy bien podría intervenir el Señor
y desbaratar los proyectos de estas mujeres!», dicen los visitantes.
«Esto sólo puede pensarlo quien no tiene ni idea de los conceptos
sublimes del Orden divino», observa el espíritu anfitrión. «Porque
tal intervención es prácticamente incompatible con el mantenimiento
de la vida del espíritu.
18 Sed conscientes que el amor de los seres
humanos es su vida. ¿Cómo puede el hombre consentir que la mujer le
venza? Porque la ha integrado demasiado en su amor. El hombre debería
examinarse concienzudamente; debería pesar el amor a su mujer y el
amor a Dios en una balanza muy sensible, comparando muy atentamente
ambos amores. Y consultar con su conciencia la pérdida de cuál de
los dos le resultaría más soportable: perder a su querida mujer y
todas las ventajas que le proporcionan su presencia, o el Amor del
Señor.
19 En esto no valen expresiones ligeras como: “Por
amor al Señor no sacrificaría solamente una sino veinte
mujeres...”. Porque cuando se trata de la Vida, esta pregunta tiene
que tratada con profunda seriedad.
20 Supongamos que a un hombre que pretende amar a
Dios mucho más que a su mujer, el Señor se la quitara, es decir,
que ella se muriera.
21 Si entonces el hombre siente y dice para sus
adentros: “Señor, te lo agradezco; porque en mi amor por ti sé
que todo lo que haces es lo mejor”. Y si este hombre encuentra un
verdadero consuelo en el amor a Dios, entonces, realmente, ama a Dios
más que a su mujer.
22 Pero si se entristece y dice: “Señor, Tú
sabes cuanto te amo, ¿por qué me has infligido tanto dolor y
semejante tristeza?”. ¡Entonces ese hombre ama a su mujer más que
a Dios!
23 Aunque ese hombre sobreviva a su mujer muchos
años, aunque la olvide con el tiempo y se entregue enteramente al
Señor, el antiguo amor se conservará todavía en el fondo de su
corazón. Sólo haría falta que su mujer volviera después de diez
años y él, encantado, la recibiría con el mayor amor, sobre todo
si se le presentara “espiritualmente rejuvenecida”».
24 «¿Cómo será eso posible si el viudo se ha
entregado completamente al Señor?», preguntan los visitantes. «Os
pregunto: ¿Acaso tal entrega fue voluntaria o por resignación?
¿Acaso se hubiera entregado al Señor si Él no le hubiera quitado
su mujer? Ante el Señor sólo cuenta la libre voluntad y la
abnegación total en todo.
25 Este hombre se entristeció con la pérdida de
su mujer, y por eso fue por lo que se dirigió al Señor: para
encontrar consuelo y curación a su corazón roto.
26 En semejantes condiciones, ¿qué significaba
el Señor para él? ¿Acaso fue el amor principal de este hombre? ¿No
habrá sido más bien sólo un calmante para el dolor sufrido, un
parche curativo? En tal caso resulta claro que el Señor fue el
segundo. Y nadie puede decir que el amor por gratitud sea igual que
el amor principal.
27 Si un hombre ama a un benefactor que le ha
hecho feliz, ¿acaso este amor no es distinto de aquel con el que ama
la buena suerte que le cupo? Yo diría que la diferencia entre estas
dos formas de amor es considerable, porque el amor al bienhechor no
es sino una consecuencia del amor principal que se concentra en el
bien recibido; con lo cual no se trata del amor principal sino sólo
de uno secundario.
28 ¿Cómo pensáis que tal amor podría
sostenerse ante el Señor, si el hombre debería ver su verdadera
suerte sólo en Él, y desde esta óptica todo lo demás debería
resultarle nulo y sin valor, y por eso eternamente prescindible? Para
sus adentros el hombre debería sentir y decir: “Si tengo al Señor,
entonces no pregunto por el Cielo ni por la Tierra, y menos aún por
una mujer”.
29 Ahora podréis comprender por qué os insistí
tanto en que el hombre debe examinarse minuciosamente para ser
consciente de hasta qué punto llega su amor a Dios y cuánto ama a
su mujer. Porque el Señor mismo dice: “Quien ama a su padre, a su
madre, a su mujer, a su hermano o a sus hijos más que a Mí, no me
merece”».
30 «¿Acaso está perdido el hombre cuyo amor
hacia el Señor es secundario?». «Ni mucho menos», responde el
guía. «Pero no podrá llegar al Señor mientras no se haya alejado
por completo de su amor principal y no haya transformado su amor
secundario en principal.
31 De las dificultades que eso puede suponer ya os
habéis hecho cierta idea al observar esta asamblea. En el próximo
escenario todo ello os resultará aún mucho más evidente. Allí
podréis ver que cuando un matrimonio vuelve a encontrarse en el
reino de los espíritus, frecuentemente su amor equivocado, y en
apariencia extinguido por completo, se despierta de nuevo.
¡Continuemos, pues!».
Fuente:
Jakob Lorber - El
Sol Espiritual, tomo 1, cap. 34: Influencia recíproca de
los matrimonios en el Más Allá.
Ejemplo de influencia
Como
ejemplo, transcribimos el pensamiento de la Esther Vilar que publicó
en los años 70 un libro titulado el Varón domado y que causó
mucha controversia en el mundo.
Léxico
La constante auto-humillación ante el varón ha
hecho que, en presencia de éste, las mujeres utilicen un lenguaje
cifrado que entre ellas entienden perfectamente, pero en el que el
varón, que se atiene al significado corriente de las palabras, no
puede penetrar. Le será, pues, útil hacerse con la clave y disponer
de una especie de diccionario en el que poder buscar las frases que
oye para traducirlas al lenguaje común. He aquí algunos ejemplos
(original y traducción, en cada caso, al lenguaje común) Lenguaje
cifrado: Traducción:
Un hombre
tiene que ser capaz de protegerme
Un hombre tiene que ser capaz de protegerme de
todas las incomodidades. (¿Y de qué iba a protegerla, si no? ¿de
los bandidos del desierto? ¿De la guerra atómica?)
Quiero
sentirme tranquila y cobijada junto a un hombre.
Quiero que no me moleste por nada del mundo con
preocupaciones económicas.
Un
hombre tiene que ser superior a mí.
Para que yo lo tenga en cuenta, un hombre tiene
que ser más inteligente, más responsable, más valiente, más
fuerte, más trabajador que yo. Si no,¿para que me iba a servir?
Si
mi marido me lo pidiera, renunciaría a mi profesión sin vacilar.
En cuanto mi marido gane bastante dinero, dejo de
trabajar.
Lo
único que deseo es hacerlo feliz.
Me esforzaré lo posible para que nunca descubra
cómo me aprovecho de él.
Estoy
dispuesta a descargarle de todas las preocupaciones mezquinas.
Haré lo imposible para que no se distraiga de su
trabajo.
No
quiero vivir sino para él.
Este que tengo tendrá que trabajar sólo para mí.
No
viviré ya, más que para mi familia.
Nunca más en la vida volveré a trabajar, que se
las arregle él.
No
me interesa para nada la emancipación de la mujer.
¡Como si fuera idiota! ¡Que él trabaje para mí!
¡Es su obligación!
¡A
pesar de todo, vivimos en la época de la igualdad ante la ley!
¡Que no se crea que por ganar el dinero, el
decide!
Para
estas cosas soy muy torpe.
Este trabajo me lo tiene que hacer él. ¿para que
está?
Mi
marido sabe de todo.
Lo uso para todo, y lo puedo aprovechar como
diccionario.
Cuando
dos se quieren de verdad, no necesitan el matrimonio desde el primer
día.
Todavía se resiste un poco, pero en la cama lo
convenzo.
Lo
quiero.
Es una máquina trabajadora de primera calidad,
etcétera, etcétera, etcétera.
Desde luego que
las mujeres no dicen esas frases (negrita)
más que a un varón, directamente o cuando las puede oír. Cuando
están entre ellas hablan muy normalmente de hombres, si es que
llegan a hablar de ese tema. Como hablarían de otros objetos, o como
se ofrecerían consejos especiales para utilizar bien un aparato
doméstico de cuya utilidad, por lo demás, están todas convencidas.
Cuando una mujer dice, por ejemplo, «no puedo
seguir poniéndome este abrigo (o este sombrero) porque no le gusta a
mi hombre», la mención del varón no implica valor emocional alguno
(como no sea el que tenga el abrigo, o el sombrero). Significa
simplemente: «No tengo más remedio que seguirle la corriente,
porque él hace todo lo que yo quiero.» Cuando las mujeres hablan
entre ellas de las características que les harían decidirse por un
hombre, no dicen, desde luego, que tendría que ser superior a ellas,
que las protegiera o cobijara (esa charlatanería provocaría entre
ellas carcajadas).
Tal vez indiquen que preferirían un hombre de tal
o cual profesión (profesión quiere decir en este contexto ingresos,
seguros de vejez, jubilación y viudedad, capacidad de pagar caras
pólizas de seguro de vida). O dicen, por ejemplo: «El hombre con el
que me case tiene que ser un poco mayor que yo, por lo menos media
cabeza más alto y algo más inteligente que yo.» Lo que significa
que es menos llamativo y más natural ser alimentada por un ser
humano algo mayor, más inteligente y más robusto que por un ser
humano más joven, más frágil y más tonto.
Fuente: Esther Vilar, "El Varón Domado", Léxico
p.38.
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