Un evangelio del matrimonio

Después de haberse recuperado de su emoción, Cirenio continuó su conversación con la joven: «Tulia, si te lo pido desde el fondo de mi corazón, ¿me darás tu mano para convertirte en mi legítima esposa?».

«Y qué harías conmigo si te la negara?» —contestó Tulia.

Un poco perplejo, pero siempre con buen humor, Cirenio respondió:

«Entonces sacrificaría todo al niño Jesús a quien tienes en tus brazos y me marcharía de aquí completamente entristecido».

Tulia pregunta nuevamente 

 «¿Qué harías si pidiera el parecer al niño Jesús a quien tengo en mis brazos, y si Él me recomendase que renuncie a tu propuesta para ser fiel a la familia que me acogió tan cariñosamente?».

Cirenio se quedó un poco desconcertado con esta pregunta.

«Pues... Pues entonces, carísima mía, por supuesto tendría que desistir de mi deseo sin réplica alguna. Porque contra de Voluntad de Aquel a quien obedecen todos los elementos, el hombre mortal nunca podría levantarse. ¡Pero pregúntaselo en seguida para que sepa lo antes posible a qué atenerme!».

En este momento el Niño Jesús se alzó y dijo: 
 
«Yo no soy dueño de lo que pertenece al mundo. Por lo tanto, en todo lo relacionado con mundo, sois libres.

Pero si en vuestros corazones alimentáis amor puro el uno por el otro, entonces no deberéis romperlo.

Porque para mí no cuenta otra ley para el matrimonio que la que con letras ardientes esté escrita en vuestros corazones.

Si desde el primer momento que os visteis ya os unisteis por esta ley viva, entonces, si no queréis pecar ante mí, no deberéis separaros.

Pues para mí no vale en absoluto la unión mundana del matrimonio, sino únicamente la unión de los corazones...

El que rompe con esta ley es un auténtico adultero, ante mí.

Tú, Cirenio, regalaste a Tulia tu corazón; de modo que en adelante no se lo quites.

Y tú, Tulia, desde el primer momento tu corazón ardía por Cirenio; de modo que ante mí ya eres su esposa, con lo que ya estás casada con él.

Aquí no se trata de daros o no un consejo mundano, pues ante mí únicamente cuenta el parecer de vuestros corazones.

Permaneced fieles a vuestro corazón si no queréis volveros adúlteros ante mí.

Y que no sea bendecido aquel que por razones mundanas va en contra de los asuntos del amor; pues, el amor es asunto mío.

¿Qué puede valer más: El amor vivo que surge de mí o la razón mundana que surge del infierno?

Por eso, ¡ay del amor cuyo móvil es el mundo!».

Fuente: ij102.1-23

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