El Amado Padre Nuestro
Preguntó un
capitán romano a Jesús:
“Señor y
Maestro, cómo debemos pedir de tal manera que te sea agradable y
así evitar pedirte en vano por algo que es bueno y necesario? Porque
puede pasar que un hombre en este mundo se encuentre en diversas y
fuertes emergencias y pueda dirigirse únicamente a Ti con una buena
petición de ayuda. Pero, ¿cómo debe pedir y orar?”
Jesús: “¡En
cada emergencia y tribulación pedid a Mí con un lenguaje natural en
el corazón, y así no pediréis en vano!
Pero si Me pedís
algo, no digáis muchas palabras y para nada hagáis ceremonia
alguna, sino pedid muy en silencio, dentro de la secreta recamarita
de Amor de vuestros corazones, de esta manera:
¡Amado Padre
nuestro, que moras en el Cielo, que Tu Nombre sea siempre y
eternamente santificado! ¡Que venga a nosotros Tu Reino de Vida, de
Luz y de la Verdad y que permanezca con nosotros! ¡Que se haga tu
justísima y única santa Voluntad sobre la Tierra, entre nosotros,
los hombres, así como en Tus Cielos entre Tus ángeles
perfeccionados! ¡Pero sobre esta Tierra danos el pan de cada día!
¡Perdona nuestros pecados y debilidades, como también nosotros
perdonaremos todo el tiempo a aquellos que han pecado contra
nosotros! No permitas que vengan tentaciones sobre nosotros,
tentaciones las cuales no podríamos resistir, y, de esa manera,
líbranos de todo mal en el que un hombre pueda caer debido a una
demasiada poderosa tentación de este mundo y de su malvado
espíritu; porque Tuyo es, oh Padre en el Cielo, todo Poder, toda
Fuerza, toda Fortaleza y toda Gloria, y todos los cielos están
llenos de tales virtudes, de eternidad a eternidad! —
Mira tú, Mi
amigo, ¡así debe pedir cada hombre, en su corazón, y su pedido
será escuchado, si es que lo pide con completa firmeza y seriedad, —
pero no solo con la boca, sino de verdad y vivamente en el corazón!
Porque Dios es, en Sí, un Espíritu purísismo y tiene que ser
adorado también en el espíritu y en su máxima Verdad y máxima
firmeza y seriedad.
Si ahora
entiendes y comprendes esto, entonces también actúa de esta manera
y vivirás como también cualquiera que haga igual!”
De esta respuesta
de Jesús, todos los presentes Le agradecieron, y Él los bendijo otra
vez.
Gej10.32
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