Sobre la muerte y emergencia al morir

1 La muerte del cuerpo físico es la última emergencia de la vida y es equivalente a ser clavado en la cruz.

2 Si no hubiera la muerte del cuerpo físico, toda vida se perdería. Pero, a través de la muerte del cuerpo físico, la vida es recogida (reunida) y afirmada (fortalecida) para que esta vida, en el peor de los casos, siga existiendo por sí sola, por lo menos como algo, después de la muerte del cuerpo físico.

3 El miedo, que viene antes con la muerte, es justamente el acto de la unificación de la vida. Vida que ya antes estuvo demasiadas veces diseminada por todos los vientos del mundo.

4 De esto resulta también, algo que es muy necesario, qué las personas mundanas a menudo tengan que saborear la muerte extremadamente amarga. Porque si no sucediera esto, debido a Mi inmensa Misericordia, estarían completa y eternamente eliminados (aniquilados).

5 Y el hecho de que tales almas mundanas pasen, después de la amarga muerte terrenal, a un estado mínimamente libre, se debe también para que el alma -que es una vida recogida dificultosamente en la muerte del cuerpo físico- no se vuelva a volatilizar (disolver) para que finalmente no sea eliminada por completo.

6 Y así pues, incluso el miedo y la muerte llena de tormentos -denominada como muerte eterna-, no es otra cosa que la aseguración de la vida definida por Mi gran Misericordia.

7 Pero aquellos hombres que, durante su vida corporal, han unificado ya su vida en Mí, a través de la autorenunciación, la humildad y el amor hacia Mí, en verdad ellos sentirán muy poco el miedo de la muerte del cuerpo físico y cuando algún día su barquito de vida terrenal se destruya en los acantilados engañosos del mundo, entonces el peregrino dirá sin dolor ni preocupación: "¡Estoy a salvo con todas mis pertenencias!".

8 Por eso esforzaos de unificar vuestras vidas en Mí para que la futura muerte del cuerpo físico, ya aquí en la Tierra, se asemeje a un sol naciente para el viajero sobre una zona del mar que está llena de acantilados y abismos.

9 ¡Creedme que esto es así para que nunca más nadie os robe la paz interior!

10 ¡Esto lo dice el Señor de la vida y la muerte! Amén. Amén. ¡Amén!

Fuente:
Dádivas del Cielo, tomo 1
dadi1.41.04.29

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