El Reino de Dios

Ahora dijo el mago: “Oh Señor, ¿pero cómo puede ocurrir que aquel ser débil y casi nulo que es el hombre pueda usar la violencia hacia el Reino de Dios y efectivamente arrebatarlo para sí? Y luego queda entonces por preguntar dónde se encuentra el verdadero Reino de Dios que el hombre debe agarrar y arrebatar para sí”

Yo (Jesús de Nazaret) le dije: “En el curso de estas pocas horas tú has aprendido muchas cosas incluso has llegado a reconocerme; ¿cómo es pues que no sabes todavía qué es el Reino de Dios y en qué consiste?

¡Ahora bien, la observancia perfecta de la reconocida Voluntad de Dios es el verdadero Reino de Dios en vosotros! Pero la observancia de la reconocida Voluntad de Dios no es tan fácil como te la imaginas tú, porque los hombres del mundo se os opondrán obstinadamente y perseguirán a los verdaderos aspirantes al Reino de Dios. ¡Por consiguiente, el que quiera apropiarse totalmente del Reino de Dios no debe tener ningún temor de los que pueden matar solamente el cuerpo, pero que no pueden hacer daño al alma; que el hombre tema mucho más a Dios, Quien puede, según Su Orden inmutable, confinar el alma al infierno!

Quien teme a Dios más que a los hombres, y no obstante las persecuciones de las que estos puedan hacerlo objeto, él actúa según la Voluntad de Dios que él ha reconocido, él mismo ha arrebatado de sí con la violencia, el Reino de Dios; y quien así lo haga, lo conseguirá inevitablemente.

A esto es de añadir algo que forma parte del ámbito del arrebatar para sí el Reino de Dios, y es precisamente que el hombre se ejercite de la manera más perfecta posible en la abnegación de sí mismo, con respecto a las cosas que sean del mundo, que él perdone de todo corazón a los que lo ofendan, que no nutra rencor u odio contra nadie, que ruegue por los que lo maldicen, que devuelva bien a los que le hacen el mal, que no se eleve por encima de nadie, que soporte con paciencia las pruebas que a veces es obligado a afrontar, y que se abstenga de la gula, la fornicación y el adulterio. ¡Quien pone en práctica todas estas cosas, ése es aquel que usa violencia al Reino de Dios y que lo arrebata para sí!

Pero quién, ha reconocido a Dios, amándolo y venerándolo sobre todo, y también amando al prójimo como a sí mismo, pero todavía teme al mundo, es sumiso a él y no se arriesga a profesar abiertamente Mi Nombre porque esto le pudiera traer alguna desventaja desde el punto de vista mundano, ése no usa violencia al Reino de Dios, y a él este Reino no podrá venir completamente sobre este mundo, y en el Más Allá tendrá que sostener una lucha aún mayor antes de llegar a la plenitud.

Quien ahora cree que Yo soy el Mesías prometido, debe también hacer aquello que enseño, he enseñado y todavía enseñaré, de otro modo, él no es digno de Mí, y Yo no le seré propiamente de particular ayuda en el desarrollo de su vida interior. Pero Yo Soy la Vida del alma mediante Mi espíritu en ella, y éste se llama el amor por Dios; por lo tanto, quien ama a Dios sobre todas las cosas, y por consiguiente, siempre hace Su Voluntad, su alma es colmada de Mi espíritu, y este espíritu es la plenitud y la vida eterna del alma misma.

Pero si alguien Me reconoce, pero al mismo tiempo también teme al mundo y dice entre sí: “Yo bien lo reconozco, es el Mesías verdadero, y secretamente creo en todo lo que Él enseña, e incluso, hago según Su Palabra, pero el mundo es hecho así, ni yo puedo cambiarlo, y conviene que yo viva con ello, entonces yo no dejo filtrar exteriormente delante del mundo nada de lo que yo profeso secretamente en mí, para evitar la crítica y la burla del mundo”. Ahora bien, quien habla así, no profesa justamente Mi Ser y Mi Nombre, y no tiene todavía el amor verdadero y completamente vivo por Dios. Y en tales condiciones podrá difícilmente adquirir durante esta vida terrena la plenitud del Reino de Dios, porque la plenitud del Reino de Dios consiste precisamente en el supremo amor hacia Dios y este amor no tiene ningún temor al mundo.

“Quien Me confiesa ante el mundo, incluso Yo lo confesaré delante del Padre del Cielo; ¡pero quien, en cualquier caso que sea necesario, no me confiesa delante del mundo, tampoco Yo lo confesaré delante del Padre que está en el Cielo!”

(Mateo.10:32; Lucas.12:08; Marcos. 08:38)

Entonces, en seguida el mago preguntó: “¡Oh Señor! ¿Quién es Tu Padre y dónde está el Cielo? ¿Es posible que Tú, como Señor de la eternidad, tengas un Padre?”

Le dije: “¡El eterno Amor en Dios es el Padre, y Su ilimitada Sabiduría es el Cielo!”

Quien ama a Dios sobre todas las cosas, ese confiesa a Dios, y por lo tanto, a Mí delante de todo el mundo y entonces Yo en Mi Amor también lo confesaré, y en eso consiste la verdadera vida eterna del alma humana, porque precisamente el hombre a través de un amor vivo hacia Dios viene y también debe llegar a la suprema sabiduría. ¡Pero este amor y esta sabiduría constituyen precisamente el Cielo o bien el Reino de Dios, y en el caso que el hombre haya adquirido el Reino de Dios en sí, entonces ello no podrá serle quitado nunca más en la eternidad! ¡He aquí, ahora Yo os he aclarado estas cosas, guardadlas celosamente en vuestros corazones y obrad conformemente que tendréis así la vida eterna y verdadera! ¡Pero ahora concededme un breve tiempo de descanso; mientras tanto, meditad cuanto os He dicho y enseñado!”

Fuente: Gran Evangelio de Juan, tomo 7, capítulo 127

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