Purgatorio: Estados para la curación del alma
Todo hombre que fallece es puesto en un
estado que tiene el nombre “Hades”, algo equivalente a como la
iglesia católica denomina el “purgatorio”.
Los jóvenes
espíritus guías se encargan de conducir al alma a través de los
siguientes etapas:
Estado 1:
En este estado el hombre
tiene que realizar voluntariamente una confesión general de vida.
Desde la A hasta la Z. Se trata de un completo “desvestirse”.
Estado 2:
La confesión anterior
produce un cambio en el estado del alma en el que cada espíritu se
encuentra completamente desnudo.
Estado 3:
Transición a un tercer estado
que consiste en un aislamiento en silencio y soledad. Aquí se trata
de eliminar todo lo sensual que se trajo del mundo.
Estado 4:
En caso positivo el alma pasa
a un estado celestial, caso contrario entra al estado del primer
infierno.
Ejemplo:
Un hombre llega al más allá
y pregunta por el cielo. Aquí se le muestra el cielo real pero en
manifestación temporal. Al hombre no le gusta porque él tenía otro
concepto del cielo y lo abandona. No le gusta porque en el cielo real
hay que trabajar al servicio del prójimo.
El hombre exige pues salir
de este cielo real y después pide algo que en la Tierra le generó
placer. Los espíritus guías le conceden el deseo y el hombre repite
lo que hizo en la tierra.
Pero ahora, en vez de placer, experimenta
dolor después de realizar el acto pecaminoso y decide repudiar esta
avidez. Y así se busca otra avidez o pasión que tuvo en la Tierra.
Pero esta otra avidez también termina en dolor y así se repite con
todas las avidez es que tuvo desde su niñez.
Sea las mujeres, el
juego, la mala música, la poesía sensual o todo lo mundano. Se
trata de todo lo que tuvo algún grado de preferencia en su vida y
que lo llevó a una pasión de soberbia. Todo esto se va eliminando
uno tras otro.
Lo importante es que todo esto se tiene que realizar
siempre en forma voluntaria. Nadie le obliga a hacerlo, solo él
mismo tiene que obligarse.
Pero al final se sale del purgatorio,
ya sea para entrar a un estado celestial que lo conduce al Cielo, o
para entrar al primer infierno.
Fuente: “El Sol Espiritual”,
Tomó 2, Capítulo 120
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