El camino al renacimiento espiritual

La obediencia y la humildad son el alimento para poder renacer en el Espíritu.

Reglas de comportamiento necesarias




Aquí os doy unas breves reglas de conducta que habréis de observar cuidadosamente si queréis estar seguros ante la persecución del mundo y si queréis coger el camino más corto para llegar lo antes posible a mi Gracia y, a partir de ella, al renacimiento integral.

Estas reglas, puestas en orden, son las siguientes:

Primero: Ante todo debéis observar estrictamente cualquier ley política en lo que se refiere a su obligatoriedad exterior, y tenéis que aguantar cualquier presión con la que pudieran probaros, siendo conscientes que en ninguna parte existe poder algún sino en Mí y a través de Mí. Todo está sometido a Mí, seáis conscientes de ello o no. Hay soberanos buenos y otros severos, siempre según requiera la índole de los súbditos, y todo ello depende de Mí. Pero cuando entre el pueblo son cosa habitual toda clase de vicios, como es vuestro caso, ¿cómo voy a proporcionaros soberanos altruistas?

Por eso, ¡ay de cada agitador! No sólo será castigado con la muerte temporal sino también con la eterna... Porque los soberanos tienen una posición demasiado elevada ante el pueblo para que la ocupen por su propio mérito... Nadie es nada si no lo es por mi justa Voluntad. Si el soberano resulta bueno y manso, entonces es un consuelo de mi parte; pero si resulta duro y codicioso, es un látigo justiciero en mi mano... Quien se opone a él, se opone a mi látigo y dará coces contra el aguijón... Pero quien vive en mi Amor y en la Gracia que surge de él, su espalda nunca habrá sangrará bajo los fuertes golpes de mi látigo sino que se fortalecerá como un roble frecuentemente sacudido por vientos fuertes; y bienaventurado será el renacido y purificado porque gozará del gran caudal de mi Amor.

Mi Reino no es de este mundo. Por ello dad al César, lo que es del César, y a Mí lo que es Mío, es decir, vuestro corazón en humildad pura y obediente. No os preocupéis por lo demás, porque Yo, vuestro Padre, estoy en medio de vosotros. Por eso, ¡obedeced a vuestras autoridades, llevad vuestra ligera cruz con toda abnegación y seguidme con todo amor y mansedumbre! Así viviréis en mi Gracia, y en ella vivificaréis todo lo que miréis en mi nombre. Amén.

Segundo: En lo que se refiere a la autoridad de la iglesia, cada uno de sus miembros que sigue la fe externa y los reglamentos de la misma, tiene con a ella la misma relación que cualquier súbdito con su soberano; con la única diferencia que una oposición a la iglesia no puede ser objeto de castigo como en el caso del estado, sino que será tolerada sin consecuencias. Y aún añado que miraré con ira a todo aquel que abandone a su madre de fe terrenal, y llegará el día en que su suerte apenas será mejor que la de un suicida. Puesto que tenéis un cuerpo por el cual llegan las primeras impresiones al alma y la alimentan, también tiene que haber una despensa exterior, la iglesia exterior como madre de fe, para que mediante ella vuestro cuerpo maligno sea trabajado y preparado igual que un niño en el seno de su madre. Quien abandone el seno de su madre demasiado pronto, decidme, ¿qué será de él después?

Obediencia y humildad son el alimento para poder renacer en el Espíritu. Si esto os lo enseña la Iglesia romana, y lo hace excelentemente, ¿qué es entonces lo que os aparta de la madre de fe de vuestro cuerpo exterior? Por ello, manteneos fieles a vuestra Iglesia, porque un creyente de la Iglesia romana -si hace caso a su Iglesia- me resulta noventa y nueve veces mejor que una persona egocéntrica que demuestra poco amor y aún menos humildad. Respecto a las ceremonias, ¡que nadie se escandalice por ellas! Pues para el vivo todo está vivo, para el puro todo es puro, para el obediente todo es bienvenido y para el humilde todo resulta santificado. Quien cree estar en mi Luz, ¿cómo puede juzgar las prácticas de la Iglesia y del estado? ¿Acaso cree que Yo no tengo bastante habilidad para cambiar las condiciones según mi Voluntad? Si semejantes jueces estiman que Yo pudiera necesitar su asistencia pericial, entonces demuestran que se encuentran en un nivel aún mucho más bajo que el creyente más ingenuo. En verdad os digo, ¡estas cosas son una atrocidad para Mí! Todo sucede en su momento justo y sólo Yo soy el juez de todas las cosas y condiciones. Porque sólo Yo soy santo y justo en el Amor. Por eso, ¡seguid a vuestra Iglesia según sus conceptos y permitid que Yo conduzca vuestros corazones! ¡Entonces alcanzaréis pronto una vida en la Gracia y con ella el renacimiento del Espíritu, vivificando vuestra Iglesia exterior en vuestro cuerpo! Amén.

Tercero: En cuanto a las ceremonias, no hay nada en ellas que sea ni constructivo ni destructivo. Pero como todo en el mundo está asociado a ceremonias, con el mismo derecho la Iglesia exterior puede servirse de ellas. Pero que nadie crea que las ceremonias tienen algún mérito que sirve para llegar a la vida eterna; porque esta se alcanza únicamente con un corazón devoto y humilde, lleno de mi Amor y mi Gracia. Ahí se encuentra la Iglesia viva, ¡dentro de vosotros!, la que finalmente da vida y un sentido profundo a la Iglesia exterior muerta. Dos opciones hay: resucitar desde la muerte a la vida o desde la vida recaer en la muerte... Es decir, obedeciendo a la Iglesia podéis fomentar vuestra humildad, con ella entrar en la Gracia, y a partir de ahí llegar al renacimiento. Como alternativa, os podéis enterrar en las ceremonias muertas, al igual que los paganos, y perecer en su vano fulgor.

Así como un árbol crece echando ramas y tallos, y luego hojas, capullos y flores con sus filamentos femeninos y masculinos -algo que con el tiempo ya no servirá y se irá cayendo para que el fruto pueda desarrollarse según su especie- lo mismo sucede con la Iglesia repleta de ceremonias. Si alguien comiera de todo lo que todavía está creciendo, se pondría enfermo por tomar tanto alimento sin madurar. Porque, aunque frecuentemente hasta la flor contiene fuerzas curativas que en diversas enfermedades ya os han dado buenos resultados, sólo el fruto maduro es beneficioso. Ya veis cómo estos procesos vegetativos se parecen a las ceremonias muertas... Pero diréis: “Estos procesos vegetativos son necesarios porque su naturaleza así lo requiere; porque si los árboles se quedaran sin flor, ¿de dónde saldrían entonces los frutos?”

La Iglesia judía fue una Iglesia puramente ceremonial para la formación previa... Fue lo que las hojas y los capullos son al fruto vivo de la Palabra del Amor eterno. Y ahora pregunto Yo: “¿No fue justa si ha sido lo que tenía que ser? Si tenéis hijos, ¿cómo vais a conseguir que me conozcan a Mí y a mi Voluntad sino precisamente a través de procedimientos ceremoniales?”.

Al principio todos vosotros sois judíos y niños, y mientras todavía seáis niños, precisaréis efectivamente las ceremonias eclesiásticas. Sólo que no debéis permanecer en ellas, sino que, una vez que hayáis pasado el nivel elemental, debéis entrar en la clase siguiente para aprender en ella la lectura, la escritura y las matemáticas, y eso en el ámbito de mi Amor y en la Gracia de mi Sabiduría. Aquel cuyo corazón ha llegado a purificarse a través del amor, que venga a mi Escuela porque en ella, a través del renacimiento, llegará a la vida eterna. Pero aquel que, descuidando su propio interior, se apega a ceremonias que están muertas, a él le tocará la muerte por cometer la insensatez de tomar como fin los medios que los sentidos exteriores le proporcionaban. El que tira el agua de la palangana sin haber sacado antes al niño, no puede ser sino un loco perdido. Pero el que se desentiende del niño y no guarda sino la palangana con su agua, ese ya es víctima de su obstinación fanática, está muerto a causa de su maldad. El sabio, sin embargo, cuida del niño y guarda su bañera: el niño por ser el fruto vivo, y la bañera para poder bañarlo en ella todavía muchas más; de modo que sólo tira el agua... Por lo tanto, si queréis llegar a ser verdaderos hijos de mi Amor y Gracia, ¡no os escandalicéis con la flor, tenga la presencia que tuviere! ¿Qué veis en ella? ¡Pensad en el fruto! Así la flor os parecerá también sagrada porque sabéis que no os quedaréis únicamente en la verdura. Pero al que haya madurado y sea ya un buen fruto, le conviene volver de vez en cuando la vista atrás y observar con atención la evolución de su vida espiritual. Y sabed que quien en su orgullo desprecia el calzado de su infancia y se eleva como un buitre que observa con intenciones nefastas los modestos palomares desde las alturas, esperando ávidamente que se derrumben para quedarse con alguna presa, éste no me resulta agradable.

Sabed que sin mi permiso no sucede ni sucederá nada en toda la eternidad, e inmediatamente lo veréis todo de manera diferente. Aunque la propia voluntad de cada ser humano tiene plena libertad, la conducción de los pueblos es asunto mío. Esto os lo digo para que tengáis el corazón tranquilo, porque sin esta tranquilidad no seréis capaces de realizar cosas más sublimes. ¡Que la tranquilidad del día del Señor[15] sea el mayor beneficio para vosotros! Pues, el verdadero amor es como una mujer embarazada que precisa la tranquilidad para dar a luz. También os lo digo para que tengáis plena tranquilidad en Mí, vuestro Padre, que es santo, santo, santo de eternidad a eternidad. Amén.

Cuarto: Otro tema es el de la lectura de los llamados libros prohibidos. Caso que lleguen a vuestras manos, ni siquiera digo que no los leáis, al igual que no prohibo a nadie pronunciar el nombre del príncipe de las mentiras o, cuando haga falta, mencionarlo en plan de advertencia. Pero ¡preguntaos a vosotros mismos para qué os sirve todo lo que habéis leído en ellos! ¿Qué pueden enseñar libros que no son más que un producto de la soberbia razón humana? Os lo digo: nada más que disparates y desatinos inútiles que llenan vuestra cabeza de ideas confusas y vuestro corazón de toda clase de escorias, con el resultado de que vuestro espíritu se retira. Preguntaos también si hace bien quien me hace caso cuando le llamo: “Ven a mí si estás agobiado y cargado, Yo te aliviaré. Pide y se te dará; busca y hallarás; llama y se te abrirá”. Y cuando además le digo: “Todo lo que pidas al Padre en mi nombre, Él te lo dará; pero primero busca mi Reino, todo lo demás te llegará por añadidura”.

Pero, ¿en qué quedamos, si lo sabéis y aun así no venís a Mí para que podáis aprender de Mí los caminos de mi Gracia y recibir de mi mano la vida eterna? ¿No será que me tomáis por mentiroso o por sordo y demasiado duro de corazón para daros mi Palabra viva? ¿Acaso preferís que el mundo os engañe con mentiras y perecer en esa locura, en vez de venir a Mí en la confianza de vuestro verdadero amor y recibir la Verdad de toda vida y existencia, directamente desde la Fuente primaria, en vez de buscar la vida en lo que está muerto? ¡Oh necios! Yo os doy el pan de la vida, pero vosotros queréis morder las piedras duras y muertas. Yo os llamo con mi fuerte voz para que vengáis a Mí, y vosotros corréis detrás de los perros rabiosos y os comportáis como ellos. Yo grito a vuestros oídos, día y noche, más fuerte que el sereno, y para no oír mi Voz ocupáis vuestros sentidos en montones de libros vanos y, como sonámbulos, buscáis la vida en papel ennegrecido con tinta de imprenta. ¿Qué nombre se podría dar a semejante necedad? Os digo que lloraréis lágrimas eternas sobre vuestro disparate de elegir el plomo y despreciar el oro, pese a que se os han ofrecido tantas cosas nobles.

 ¡Más conviene rezar que leer!. Pues vendré a vosotros para daros en un instante más de lo os puedan ofrecer todas las bibliotecas del mundo. Así que no os preocupéis por la censura, porque aquél a quien he abierto el gran libro de mi eterna Gracia, podrá prescindir perfectamente de leer libros prohibidos. Porque mi Libro no está sujeto a censura ninguna del mundo, y siempre estará abierto en el corazón de los fieles, fuera del alcance de la mirada de cualquier censor mundano y donde no se podrá levantar tampoco barrera alguna, en toda la eternidad. Amén.

Quinto: En lo que se refiere a la Sagrada Escritura: ¡que en ella lean los de corazón sencillo y ánimo obediente, pero que no la lean con prejuicios ni por curiosidad, porque la letra es muerta! Quien la lea ha de considerarla como un indicador para la Palabra viva, y actuar de acuerdo con ella. ¡No rumiéis ni escudriñéis sus textos, sino vivid sus enseñanzas y así creceréis en el Amor hacia Mí! Porque de esta manera, en el momento oportuno se manifestará en vosotros el misterio de la revelación del conocimiento, y en vuestros corazones quedará patente el sentido celestial del Espíritu y de la vida eterna, como en tu caso, mi siervo[16], que sin haber leído nunca entero este libro sagrado, has llegado por mi Gracia a ser maestro de maestros sobre su contenido. Y lo que tú eres y entiendes está al alcance de todos que no aspiran a la mera sabiduría sino que, en la sencillez humilde de su corazón, ansían conocer mi Amor y la Gracia que emana de él.

Igual ocurre con los escritos místicos cuya lectura os sirve tan poco como una novela cualquiera, salvo que lleguéis a una convicción fructífera de lo leído; de lo contrario sólo cargaréis con ellos vuestra memoria, que es la boca de vuestra mente soberbia. En vez de hacerla tener hambre y sed de Amor y Sabiduría, la cebáis con los más diversos conocimientos intelectuales, quitándole así el apetito para el alimento de la Vida. ¡Qué necios sois!

YO soy la Sagrada Escritura, viva y dadora de Vida. ¡YO soy el mejor intérprete de ella y al mismo tiempo el místico más experto! Por ello ¡no leáis tanto sino actuad según ella! Así lo recibiréis todo por añadidura. La semilla de la mostaza es pequeña, sin embargo, puede nacer de ella una gran planta en cuyas ramas anidarán hasta incluso los pájaros del cielo. ¡Amén!

Sexto: En lo que se refiere a los sacerdotes Yo os digo: Los hay de muchas clases. Hay los que lo son por el prestigio y el poder, que desprecian mi gran pobreza e indiferencia ante las cosas mundanas; porque Yo no quería ser un príncipe del mundo sino un salvador suyo. También están los que son sacerdotes para ser dignatarios de la casta sacerdotal; estos, por su arbitrariedad interesada, condenan todo lo que surge de Mí, el pobre pescador. Y, contra mi Voluntad, enseñan que Yo no me manifiesto sino a la Iglesia, la cual ellos pretenden ser, cerrando así la puerta a mi Palabra viva a miles y miles de personas. Nunca escucharán de Mí otra cosa sino: “¡Apartaos de Mí, porque no os he conocido nunca! Pues, siempre despreciasteis mi Palabra viva, descalificándome como mentiroso”. Y escrito está: “Aquel que cumple con mis mandamientos es el que me ama. Y aquel que me ama a Mí, también ama a Aquel que me ha enviado, que es el Padre santo, y Nosotros vendremos a él, para tomar morada en él y manifestarnos a él”.

Pero también hay sacerdotes que merecen este nombre bendito. Son amables y llenos de amor hacia todos. Lo que tienen, lo dan a los pobres. No condenan a nadie sino que procuran salvar con el mayor cuidado lo que está perdido. Consuelan a los afligidos y dan cobijo a los exiliados, ofreciéndoles un lecho blando mientras que ellos mismos, por verdadero amor al prójimo, reposan su cabeza santificada sobre una piedra. No hacen ofrendas por dinero y a quienes los piden, le dicen: “Hermano, las ofrendas son sagradas y de un valor inestimable, pues, representan de forma viva la gran Obra de la Redención en la fe y en el Amor. De modo que no se pueden pagar ni ofrecerlas por el bien de un individuo particular. Pues así como todos pueden y deben renacer a la vida eterna mediante el Poder de la gran Redención, así también actúa la fuerza del Sacrificio realizado para este fin por Cristo mismo. Por eso, ayuda primero con tu donativo a un hermano pobre; y si después te sobra algo, tráelo y colócalo sobre el altar del Señor, orando por tus enemigos. Entonces, en el marco de mi Sacrificio santísimo, el Señor mirará el tuyo con benevolencia y te concederá lo que necesitas”.

Este es un verdadero sacerdote para Mí y su sacrificio es agradable a Mis ojos. Os digo: ¡Id y escuchad sus palabras, porque ni una sola de ellas es suya sino que todas provienen de Mí! Por eso, pronto experimentará la magnitud de la recompensa que le espera. Él habitará conmigo, su Padre santo, eternamente. No os tengo que decir más... Los reconoceréis por sus obras como a un árbol por su fruto. Así que no aborrezcáis a la Iglesia a causa de los sacerdotes, y menos aún por algún obispo. Como por presidir una comunidad el obispo ocupa un puesto más destacado, os podéis imaginar que no estará sólo, sino que en cada paso, palabra y acto suyo es observado muy de cerca por Mí, porque a través suya ha de ser mantenido el estado exterior de las cosas en buen orden.

Y en lo que se refiere a vuestro interior, sabéis de sobra que todo depende siempre de vosotros mismos, y luego de mi Gracia, la cual no os puede ser dada por ningún ángel del Cielo ni obispo alguno, sino que primero tenéis que actuar vosotros mismos, mediante el verdadero amor a Mí y al prójimo, el cumplimiento cabal de los mandamientos y, si sois pecadores, una penitencia seria.

¡Que en todo lo que hacéis se manifieste el amor a Mí y al prójimo! ¡Mantened la comunidad fraternal en todo lo bueno, y vendré a vosotros vivificándoos del todo! ¡Amad a los que os odian y persiguen, bendiciendo mediante oraciones a los que os maldicen y condenan! Entonces empezaréis a percibir la actuación viva de mi Luz en vuestros corazones oscuros. ¡Amén!           

Séptimo: Finalmente, respecto a la confesión oral y los siete sacramentos sagrados, Yo os digo y os insto: ¡No os molestéis por ello, servíos de todo de forma adecuada y en el sentido vivo y justo, y viviréis! Porque nada conviene al egoísta, mientras que al justo todo le resulta justo y sagrado. Hasta incluso conmoverá su corazón y alabará el nido de un pájaro, pese a que no es más que un simple nido muerto. ¡Cuánto más las cosas que han sido creadas para vuestra santificación no son simples caprichos! De vosotros mismos depende cómo las utilizaréis.

El que confiesa sus pecados ante el sacerdote, los reconoce abiertamente ante el mundo, lo que en su día le será tenido en cuenta si ya no vuelve a pecar. Pero el que después de la confesión sigue pecando como antes, ha convertido la confesión en una cuenta de pecados que en su día le producirá altos intereses para el infierno. Quien se confiesa y hace verdadera penitencia sin pecar más, está en buen camino. Pero quien todo eso lo considera vano, día llegará en que quedará sorprendido por encontrarse ante un abismo extremadamente difícil de saltar .

Os he dado las reglas, el orden y el sistema, ahora tenedlas en cuenta y servíos de ellas piadosamente, porque, como ya he dicho, lo exterior carece de valor. Según las apliquéis, así será el resultado. Pero todo esto depende enteramente de vosotros mismos. Si bajo el Sol crecen hierbas beneficiosas y otras venenosas, su naturaleza no depende del Sol, sino siempre de la constitución interna de las plantas. Igualmente los resultados, buenos o malos, siempre dependen de vosotros. ¡Amén! Yo, vuestro Padre que os ama. ¡Amén!

Éste es camino más corto al renacimiento




Con el hombre justo pasa lo mismo que con un árbol cuyo fruto no madura de golpe, sino poco a poco. Si ha habido una primavera templada y un verano caluroso con lluvias de vez en cuando, entonces decís: “Este año tendremos una cosecha temprana”. Y lo mismo ocurre con vosotros. Cuando vuestra juventud ha sido animada con un suave amor hacia Mí, entonces el verano de vuestra vida también será cálido, bendecido por los chubascos celestiales de mi Gracia, y podéis estar seguros que el otoño dorado no tardará, trayendo la madurez eterna de los frutos inmortales. Pues quien quiera renacer de Mí, tendrá que reconocer sus pecados y confesarlos abiertamente para su propia humillación, es decir, exteriormente mediante una confesión oral, e interiormente a Mí, pidiéndome perdón, tal como está indicado en mi Oración[17]. Y como Pedro, tiene que sentir un verdadero arrepentimiento, tristeza y temor, vertiendo lágrimas a causa de la pérdida inestimable de mi Gracia, proponerse firmemente no volver a pecar nunca, querer romper con el mundo y entregarse totalmente a Mí, y permitir que en su amor crezca una gran ansia por Mí.

Con este gran anhelo, deberá retirarse del mundo y de sus quehaceres a una habitación con las puertas y las ventanas cerradas y, durante por lo menos siete cuartos de hora cada día, con un silencio total en su interior, dedicarse únicamente a Mí. Entonces, en estos ratos de silencio, deberá hablarme fervorosamente en su corazón:

«¡Señor, aquí estoy! Oh Santo Padre, llenísimo de Amor, te dejé esperar por mucho tiempo, a pesar que Tú me llamabas sin cesar, ya desde mi niñez:

¡Ven a Mí!, - ¡Yo quiero reconfortarte!



Ahora, oh Padre, llegó la hora en que se abre mi oído y mi voluntad, por costumbre inflexible, y se entrega por completo a la Tuya, lleno de humildad y obediencia ante Ti y también ante mis mejores hermanos de acuerdo Tu Voluntad.

¡Por eso ven a mí, mi amadísimo Jesús, y reconforta mi alma enferma con el bálsamo de tu Amor infinito!

¡Déjame encontrar mi gran culpa en tu amargo Sufrimiento y Muerte; déjame ver tus cinco Santas Heridas y reconocer en ellas mi gran fechoría!

¡Oh, Jesús, Tú que eres el Vencedor de la muerte y del infierno, ven hacia mí y enséñame a reconocer mi completa nulidad y Tu Todo!

¡Oh, Tú mi dulce Jesús llenísimo de Amor, Tú, Señor de todos los señoríos, ven a mí que soy pobre, ven a mí que soy débil, ven a mí que estoy sordo, ven a mí que tengo lepra, ven a mí que estoy paralítico, ven a mí que estoy poseído, —sí, mi amadísimo Jesús, ven, ven, ven a mí que estoy muerto y sólo déjame tocar Tu Santa Vestimenta, para que así pueda vivir!

¡Señor, pero no te tomes tiempo, porque necesito de Ti infinitamente! ¡Ya no puedo estar sin Ti, porque Tú eres mi Todo y todo lo demás se ha vuelto nada por amor a Ti! ¡Sin Ti, ya no puedo vivir; por eso, oh, mi querido Jesús, ven inmediatamente hacia mí!

Sin embargo y como siempre que se haga según Tu Voluntad, incluso esta vez! Amén».

Después de esta oración, id a descansar para que crezca vuestro amor y anhelo por Mí. Si hacéis lo que os digo tan sólo durante un corto tiempo, pronto veréis y oiréis rayos y truenos. Pero ¡entonces no os asustéis ni tengáis miedo! Porque primero llegaré a cada cual como juez con tormenta, rayos y truenos, pero después como Padre, en un soplo suave y sagrado.

Quien quiera someterse a una así llamada confesión general verdadera, se propone realmente mucho, porque para ello hace falta más humildad y abnegación todavía. Esto significa que ha de tener el firme propósito de no volver a pecar, y ha de recibir después la Comunión con fe viva y amor puro hacia Mí. Pues, sólo entonces notaréis instantáneamente esos efectos maravillosos en vosotros, que se manifestarán pronto en una alegría y un deleite celestial inimaginables.

Y sabed que este es el camino más corto y más eficaz que lleva al renacimiento, único mediante el cual se puede ganar la vida eterna.

Cualquier otro camino tarda más y es más inseguro, porque hay muchas sendas donde acechan salteadores de caminos, ladrones y asesinos. El que no va bien acorazado y armado hasta los dientes, difícilmente llegará a su meta. ¡Recordad siempre quién es El que os lo dijo!

Por eso pienso que en vez de acudir a distracciones y diversiones mundanas y frecuentar ambientes indecentes, os interesa más bien elegir la comunión gratis conmigo, en el marco del día del Señor, sin pagar entrada, y utilizar el dinero en algo mejor. ¿Qué creéis que será mejor y más agradable a mis ojos? Recordad lo que ya he dicho a los Apóstoles: ¡Nadie puede servir a dos señores a la vez! ¡Pensad bien quién os lo recuerda! Amén. Yo, vuestro santo Padre de eternidad a eternidad... ¡Yo soy! Amén.



Fuente:
Jakob Lorber - Dádivas del Cielo
(dadi2.40.08.18)

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