El camino al renacimiento espiritual
La obediencia y la
humildad son el alimento para poder renacer en el Espíritu.
Reglas de comportamiento necesarias
Aquí
os doy unas breves reglas de conducta que habréis de observar
cuidadosamente si queréis estar seguros ante la persecución del
mundo y si queréis coger el camino más corto para llegar lo antes
posible a mi Gracia y, a partir de ella, al renacimiento integral.
Estas
reglas, puestas en orden, son las siguientes:
Primero:
Ante todo debéis observar estrictamente cualquier ley política en
lo que se refiere a su obligatoriedad exterior, y tenéis que
aguantar cualquier presión con la que pudieran probaros, siendo
conscientes que en ninguna parte existe poder algún sino en Mí y a
través de Mí. Todo está sometido a Mí, seáis conscientes de ello
o no. Hay soberanos buenos y otros severos, siempre según requiera
la índole de los súbditos, y todo ello depende de Mí. Pero cuando
entre el pueblo son cosa habitual toda clase de vicios, como es
vuestro caso, ¿cómo voy a proporcionaros soberanos altruistas?
Por
eso, ¡ay de cada agitador! No sólo será castigado con la muerte
temporal sino también con la eterna... Porque los soberanos tienen
una posición demasiado elevada ante el pueblo para que la ocupen por
su propio mérito... Nadie es nada si no lo es por mi justa Voluntad.
Si el soberano resulta bueno y manso, entonces es un consuelo de mi
parte; pero si resulta duro y codicioso, es un látigo justiciero en
mi mano... Quien se opone a él, se opone a mi látigo y dará coces
contra el aguijón... Pero quien vive en mi Amor y en la Gracia que
surge de él, su espalda nunca habrá sangrará bajo los fuertes
golpes de mi látigo sino que se fortalecerá como un roble
frecuentemente sacudido por vientos fuertes; y bienaventurado será
el renacido y purificado porque gozará del gran caudal de mi Amor.
Mi
Reino no es de este mundo. Por ello dad al César, lo que es del
César, y a Mí lo que es Mío, es decir, vuestro corazón en
humildad pura y obediente. No os preocupéis por lo demás, porque
Yo, vuestro Padre, estoy en medio de vosotros. Por eso, ¡obedeced a
vuestras autoridades, llevad vuestra ligera cruz con toda abnegación
y seguidme con todo amor y mansedumbre! Así viviréis en mi Gracia,
y en ella vivificaréis todo lo que miréis en mi nombre. Amén.
Segundo:
En lo que se refiere a la autoridad de la iglesia, cada uno de sus
miembros que sigue la fe externa y los reglamentos de la misma, tiene
con a ella la misma relación que cualquier súbdito con su soberano;
con la única diferencia que una oposición a la iglesia no puede ser
objeto de castigo como en el caso del estado, sino que será tolerada
sin consecuencias. Y aún añado que miraré con ira a todo aquel que
abandone a su madre de fe terrenal, y llegará el día en que
su suerte apenas será mejor que la de un suicida. Puesto que tenéis
un cuerpo por el cual llegan las primeras impresiones al alma y la
alimentan, también tiene que haber una despensa exterior, la iglesia
exterior como madre de fe, para que mediante ella vuestro cuerpo
maligno sea trabajado y preparado igual que un niño en el seno de su
madre. Quien abandone el seno de su madre demasiado pronto, decidme,
¿qué será de él después?
Obediencia
y humildad son el alimento para poder renacer en el Espíritu. Si
esto os lo enseña la Iglesia romana, y lo hace excelentemente, ¿qué
es entonces lo que os aparta de la madre de fe de vuestro cuerpo
exterior? Por ello, manteneos fieles a vuestra Iglesia, porque un
creyente de la Iglesia romana -si hace caso a su Iglesia- me resulta
noventa y nueve veces mejor que una persona egocéntrica que
demuestra poco amor y aún menos humildad. Respecto a las ceremonias,
¡que nadie se escandalice por ellas! Pues para el vivo todo está
vivo, para el puro todo es puro, para el obediente todo es bienvenido
y para el humilde todo resulta santificado. Quien cree estar en mi
Luz, ¿cómo puede juzgar las prácticas de la Iglesia y del estado?
¿Acaso cree que Yo no tengo bastante habilidad para cambiar las
condiciones según mi Voluntad? Si semejantes jueces estiman que Yo
pudiera necesitar su asistencia pericial, entonces demuestran que se
encuentran en un nivel aún mucho más bajo que el creyente más
ingenuo. En verdad os digo, ¡estas cosas son una atrocidad para Mí!
Todo sucede en su momento justo y sólo Yo soy el juez de todas las
cosas y condiciones. Porque sólo Yo soy santo y justo en el Amor.
Por eso, ¡seguid a vuestra Iglesia según sus conceptos y permitid
que Yo conduzca vuestros corazones! ¡Entonces alcanzaréis pronto
una vida en la Gracia y con ella el renacimiento del Espíritu,
vivificando vuestra Iglesia exterior en vuestro cuerpo! Amén.
Tercero:
En cuanto a las ceremonias, no hay nada en ellas que sea ni
constructivo ni destructivo. Pero como todo en el mundo está
asociado a ceremonias, con el mismo derecho la Iglesia exterior puede
servirse de ellas. Pero que nadie crea que las ceremonias tienen
algún mérito que sirve para llegar a la vida eterna; porque esta se
alcanza únicamente con un corazón devoto y humilde, lleno de mi
Amor y mi Gracia. Ahí se encuentra la Iglesia viva, ¡dentro de
vosotros!, la que finalmente da vida y un sentido profundo a la
Iglesia exterior muerta. Dos opciones hay: resucitar desde la muerte
a la vida o desde la vida recaer en la muerte... Es decir,
obedeciendo a la Iglesia podéis fomentar vuestra humildad, con ella
entrar en la Gracia, y a partir de ahí llegar al renacimiento. Como
alternativa, os podéis enterrar en las ceremonias muertas, al igual
que los paganos, y perecer en su vano fulgor.
Así
como un árbol crece echando ramas y tallos, y luego hojas, capullos
y flores con sus filamentos femeninos y masculinos -algo que con el
tiempo ya no servirá y se irá cayendo para que el fruto pueda
desarrollarse según su especie- lo mismo sucede con la Iglesia
repleta de ceremonias. Si alguien comiera de todo lo que todavía
está creciendo, se pondría enfermo por tomar tanto alimento sin
madurar. Porque, aunque frecuentemente hasta la flor contiene fuerzas
curativas que en diversas enfermedades ya os han dado buenos
resultados, sólo el fruto maduro es beneficioso. Ya veis cómo estos
procesos vegetativos se parecen a las ceremonias muertas... Pero
diréis: “Estos procesos vegetativos son necesarios porque su
naturaleza así lo requiere; porque si los árboles se quedaran sin
flor, ¿de dónde saldrían entonces los frutos?”
La
Iglesia judía fue una Iglesia puramente ceremonial para la formación
previa... Fue lo que las hojas y los capullos son al fruto vivo de la
Palabra del Amor eterno. Y ahora pregunto Yo: “¿No fue justa si ha
sido lo que tenía que ser? Si tenéis hijos, ¿cómo vais a
conseguir que me conozcan a Mí y a mi Voluntad sino precisamente a
través de procedimientos ceremoniales?”.
Al
principio todos vosotros sois judíos y niños, y mientras todavía
seáis niños, precisaréis efectivamente las ceremonias
eclesiásticas. Sólo que no debéis permanecer en ellas, sino que,
una vez que hayáis pasado el nivel elemental, debéis entrar en la
clase siguiente para aprender en ella la lectura, la escritura y las
matemáticas, y eso en el ámbito de mi Amor y en la Gracia de mi
Sabiduría. Aquel cuyo corazón ha llegado a purificarse a través
del amor, que venga a mi Escuela porque en ella, a través del
renacimiento, llegará a la vida eterna. Pero aquel que, descuidando
su propio interior, se apega a ceremonias que están muertas, a él
le tocará la muerte por cometer la insensatez de tomar como fin los
medios que los sentidos exteriores le proporcionaban. El que tira el
agua de la palangana sin haber sacado antes al niño, no puede ser
sino un loco perdido. Pero el que se desentiende del niño y no
guarda sino la palangana con su agua, ese ya es víctima de su
obstinación fanática, está muerto a causa de su maldad. El sabio,
sin embargo, cuida del niño y guarda su bañera: el niño por ser el
fruto vivo, y la bañera para poder bañarlo en ella todavía muchas
más; de modo que sólo tira el agua... Por lo tanto, si queréis
llegar a ser verdaderos hijos de mi Amor y Gracia, ¡no os
escandalicéis con la flor, tenga la presencia que tuviere! ¿Qué
veis en ella? ¡Pensad en el fruto! Así la flor os parecerá también
sagrada porque sabéis que no os quedaréis únicamente en la
verdura. Pero al que haya madurado y sea ya un buen fruto, le
conviene volver de vez en cuando la vista atrás y observar con
atención la evolución de su vida espiritual. Y sabed que quien en
su orgullo desprecia el calzado de su infancia y se eleva como un
buitre que observa con intenciones nefastas los modestos palomares
desde las alturas, esperando ávidamente que se derrumben para
quedarse con alguna presa, éste no me resulta agradable.
Sabed
que sin mi permiso no sucede ni sucederá nada en toda la eternidad,
e inmediatamente lo veréis todo de manera diferente. Aunque la
propia voluntad de cada ser humano tiene plena libertad, la
conducción de los pueblos es asunto mío. Esto os lo digo para que
tengáis el corazón tranquilo, porque sin esta tranquilidad no
seréis capaces de realizar cosas más sublimes. ¡Que la
tranquilidad del día del Señor[15]
sea el mayor beneficio para vosotros! Pues, el verdadero amor es como
una mujer embarazada que precisa la tranquilidad para dar a luz.
También os lo digo para que tengáis plena tranquilidad en Mí,
vuestro Padre, que es santo, santo, santo de eternidad a eternidad.
Amén.
Cuarto:
Otro tema es el de la lectura de los llamados libros prohibidos.
Caso que lleguen a vuestras manos, ni siquiera digo que no los leáis,
al igual que no prohibo a nadie pronunciar el nombre del príncipe de
las mentiras o, cuando haga falta, mencionarlo en plan de
advertencia. Pero ¡preguntaos a vosotros mismos para qué os sirve
todo lo que habéis leído en ellos! ¿Qué pueden enseñar libros
que no son más que un producto de la soberbia razón humana? Os lo
digo: nada más que disparates y desatinos inútiles que llenan
vuestra cabeza de ideas confusas y vuestro corazón de toda clase de
escorias, con el resultado de que vuestro espíritu se retira.
Preguntaos también si hace bien quien me hace caso cuando le llamo:
“Ven a mí si estás agobiado y cargado, Yo te aliviaré. Pide y se
te dará; busca y hallarás; llama y se te abrirá”. Y cuando
además le digo: “Todo lo que pidas al Padre en mi nombre, Él te
lo dará; pero primero busca mi Reino, todo lo demás te llegará por
añadidura”.
Pero,
¿en qué quedamos, si lo sabéis y aun así no venís a Mí para que
podáis aprender de Mí los caminos de mi Gracia y recibir de mi mano
la vida eterna? ¿No será que me tomáis por mentiroso o por sordo y
demasiado duro de corazón para daros mi Palabra viva? ¿Acaso
preferís que el mundo os engañe con mentiras y perecer en esa
locura, en vez de venir a Mí en la confianza de vuestro verdadero
amor y recibir la Verdad de toda vida y existencia, directamente
desde la Fuente primaria, en vez de buscar la vida en lo que está
muerto? ¡Oh necios! Yo os doy el pan de la vida, pero vosotros
queréis morder las piedras duras y muertas. Yo os llamo con mi
fuerte voz para que vengáis a Mí, y vosotros corréis detrás de
los perros rabiosos y os comportáis como ellos. Yo grito a vuestros
oídos, día y noche, más fuerte que el sereno, y para no oír mi
Voz ocupáis vuestros sentidos en montones de libros vanos y, como
sonámbulos, buscáis la vida en papel ennegrecido con tinta de
imprenta. ¿Qué nombre se podría dar a semejante necedad? Os digo
que lloraréis lágrimas eternas sobre vuestro disparate de elegir el
plomo y despreciar el oro, pese a que se os han ofrecido tantas cosas
nobles.
¡Más
conviene rezar que leer!. Pues vendré a vosotros para daros en un
instante más de lo os puedan ofrecer todas las bibliotecas del
mundo. Así que no os preocupéis por la censura, porque aquél a
quien he abierto el gran libro de mi eterna Gracia, podrá prescindir
perfectamente de leer libros prohibidos. Porque mi Libro no está
sujeto a censura ninguna del mundo, y siempre estará abierto en el
corazón de los fieles, fuera del alcance de la mirada de cualquier
censor mundano y donde no se podrá levantar tampoco barrera alguna,
en toda la eternidad. Amén.
Quinto:
En
lo que se refiere a la Sagrada Escritura: ¡que en ella lean los de
corazón sencillo y ánimo obediente, pero que no la lean con
prejuicios ni por curiosidad, porque la letra es muerta! Quien la lea
ha de considerarla como un indicador para la Palabra viva, y actuar
de acuerdo con ella. ¡No rumiéis ni escudriñéis sus textos, sino
vivid sus enseñanzas y así creceréis en el Amor hacia Mí! Porque
de esta manera, en el momento oportuno se manifestará en vosotros el
misterio de la revelación del conocimiento, y en vuestros corazones
quedará patente el sentido celestial del Espíritu y de la vida
eterna, como en tu caso, mi siervo[16],
que sin haber leído nunca entero este libro sagrado, has llegado por
mi Gracia a ser maestro de maestros sobre su contenido. Y lo que tú
eres y entiendes está al alcance de todos que no aspiran a la mera
sabiduría sino que, en la sencillez humilde de su corazón, ansían
conocer mi Amor y la Gracia que emana de él.
Igual
ocurre con los escritos místicos cuya lectura os sirve tan poco como
una novela cualquiera, salvo que lleguéis a una convicción
fructífera de lo leído; de lo contrario sólo cargaréis con ellos
vuestra memoria, que es la boca de vuestra mente soberbia. En vez de
hacerla tener hambre y sed de Amor y Sabiduría, la cebáis con los
más diversos conocimientos intelectuales, quitándole así el
apetito para el alimento de la Vida. ¡Qué necios sois!
YO
soy la Sagrada Escritura, viva y dadora de Vida.
¡YO soy
el mejor intérprete de ella y al mismo tiempo el místico más
experto! Por ello ¡no leáis tanto sino actuad según ella! Así lo
recibiréis todo por añadidura. La semilla de la mostaza es pequeña,
sin embargo, puede nacer de ella una gran planta en cuyas ramas
anidarán hasta incluso los pájaros del cielo. ¡Amén!
Sexto:
En lo que se refiere a los sacerdotes Yo os digo: Los hay de
muchas clases. Hay los que lo son por el prestigio y el poder, que
desprecian mi gran pobreza e indiferencia ante las cosas mundanas;
porque Yo no quería ser un príncipe del mundo sino un salvador
suyo. También están los que son sacerdotes para ser dignatarios de
la casta sacerdotal; estos, por su arbitrariedad interesada, condenan
todo lo que surge de Mí, el pobre pescador. Y, contra mi Voluntad,
enseñan que Yo no me manifiesto sino a la Iglesia, la cual ellos
pretenden ser, cerrando así la puerta a mi Palabra viva a miles y
miles de personas. Nunca escucharán de Mí otra cosa sino:
“¡Apartaos de Mí, porque no os he conocido nunca! Pues, siempre
despreciasteis mi Palabra viva, descalificándome como mentiroso”.
Y escrito está: “Aquel que cumple con mis mandamientos es el que
me ama. Y aquel que me ama a Mí, también ama a Aquel que me ha
enviado, que es el Padre santo, y Nosotros vendremos a él, para
tomar morada en él y manifestarnos a él”.
Pero
también hay sacerdotes que merecen este nombre bendito. Son amables
y llenos de amor hacia todos. Lo que tienen, lo dan a los pobres. No
condenan a nadie sino que procuran salvar con el mayor cuidado lo que
está perdido. Consuelan a los afligidos y dan cobijo a los
exiliados, ofreciéndoles un lecho blando mientras que ellos mismos,
por verdadero amor al prójimo, reposan su cabeza santificada sobre
una piedra. No hacen ofrendas por dinero y a quienes los piden, le
dicen: “Hermano, las ofrendas son sagradas y de un valor
inestimable, pues, representan de forma viva la gran Obra de la
Redención en la fe y en el Amor. De modo que no se pueden pagar ni
ofrecerlas por el bien de un individuo particular. Pues así como
todos pueden y deben renacer a la vida eterna mediante el Poder de la
gran Redención, así también actúa la fuerza del Sacrificio
realizado para este fin por Cristo mismo. Por eso, ayuda primero con
tu donativo a un hermano pobre; y si después te sobra algo, tráelo
y colócalo sobre el altar del Señor, orando por tus enemigos.
Entonces, en el marco de mi Sacrificio santísimo, el Señor mirará
el tuyo con benevolencia y te concederá lo que necesitas”.
Este
es un verdadero sacerdote para Mí y su sacrificio es agradable a Mis
ojos. Os digo: ¡Id y escuchad sus palabras, porque ni una sola de
ellas es suya sino que todas provienen de Mí! Por eso, pronto
experimentará la magnitud de la recompensa que le espera. Él
habitará conmigo, su Padre santo, eternamente. No os tengo que decir
más... Los reconoceréis por sus obras como a un árbol por su
fruto. Así que no aborrezcáis a la Iglesia a causa de los
sacerdotes, y menos aún por algún obispo. Como por presidir una
comunidad el obispo ocupa un puesto más destacado, os podéis
imaginar que no estará sólo, sino que en cada paso, palabra y acto
suyo es observado muy de cerca por Mí, porque a través suya ha de
ser mantenido el estado exterior de las cosas en buen orden.
Y en
lo que se refiere a vuestro interior, sabéis de sobra que todo
depende siempre de vosotros mismos, y luego de mi Gracia, la cual no
os puede ser dada por ningún ángel del Cielo ni obispo alguno, sino
que primero tenéis que actuar vosotros mismos, mediante el verdadero
amor a Mí y al prójimo, el cumplimiento cabal de los mandamientos
y, si sois pecadores, una penitencia seria.
¡Que
en todo lo que hacéis se manifieste el amor a Mí y al prójimo!
¡Mantened la comunidad fraternal en todo lo bueno, y vendré a
vosotros vivificándoos del todo! ¡Amad a los que os odian y
persiguen, bendiciendo mediante oraciones a los que os maldicen y
condenan! Entonces empezaréis a percibir la actuación viva de mi
Luz en vuestros corazones oscuros. ¡Amén!
Séptimo:
Finalmente, respecto a la confesión oral y los siete
sacramentos sagrados, Yo os digo y os insto: ¡No os molestéis por
ello, servíos de todo de forma adecuada y en el sentido vivo y
justo, y viviréis! Porque nada conviene al egoísta, mientras que al
justo todo le resulta justo y sagrado. Hasta incluso conmoverá su
corazón y alabará el nido de un pájaro, pese a que no es más que
un simple nido muerto. ¡Cuánto más las cosas que han sido creadas
para vuestra santificación no son simples caprichos! De
vosotros mismos depende cómo las utilizaréis.
El
que confiesa sus pecados ante el sacerdote, los reconoce abiertamente
ante el mundo, lo que en su día le será tenido en cuenta si ya no
vuelve a pecar. Pero el que después de la confesión sigue pecando
como antes, ha convertido la confesión en una cuenta de pecados que
en su día le producirá altos intereses para el infierno. Quien se
confiesa y hace verdadera penitencia sin pecar más, está en buen
camino. Pero quien todo eso lo considera vano, día llegará en que
quedará sorprendido por encontrarse ante un abismo extremadamente
difícil de saltar .
Os
he dado las reglas, el orden y el sistema, ahora tenedlas en cuenta y
servíos de ellas piadosamente, porque, como ya he dicho, lo exterior
carece de valor. Según las apliquéis, así será el resultado. Pero
todo esto depende enteramente de vosotros mismos. Si bajo el Sol
crecen hierbas beneficiosas y otras venenosas, su naturaleza no
depende del Sol, sino siempre de la constitución interna de las
plantas. Igualmente los resultados, buenos o malos, siempre dependen
de vosotros. ¡Amén! Yo, vuestro Padre que os ama. ¡Amén!
Éste es camino más corto al renacimiento
Con
el hombre justo pasa lo mismo que con un árbol cuyo fruto no madura
de golpe, sino poco a poco. Si ha habido una primavera templada y un
verano caluroso con lluvias de vez en cuando, entonces decís: “Este
año tendremos una cosecha temprana”. Y lo mismo ocurre con
vosotros. Cuando vuestra juventud ha sido animada con un suave amor
hacia Mí, entonces el verano de vuestra vida también será cálido,
bendecido por los chubascos celestiales de mi Gracia, y podéis estar
seguros que el otoño dorado no tardará, trayendo la madurez eterna
de los frutos inmortales. Pues quien quiera renacer de Mí, tendrá
que reconocer sus pecados y confesarlos abiertamente para su propia
humillación, es decir, exteriormente mediante una confesión oral, e
interiormente a Mí, pidiéndome perdón, tal como está indicado en
mi Oración[17].
Y como Pedro, tiene que sentir un verdadero arrepentimiento, tristeza
y temor, vertiendo lágrimas a causa de la pérdida inestimable de mi
Gracia, proponerse firmemente no volver a pecar nunca, querer romper
con el mundo y entregarse totalmente a Mí, y permitir que en su amor
crezca una gran ansia por Mí.
Con
este gran anhelo, deberá retirarse del mundo y de sus quehaceres a
una habitación con las puertas y las ventanas cerradas y, durante
por lo menos siete cuartos de hora cada día, con un silencio total
en su interior, dedicarse únicamente a Mí. Entonces, en estos ratos
de silencio, deberá hablarme fervorosamente en su corazón:
«¡Señor,
aquí estoy! Oh Santo Padre, llenísimo de Amor, te dejé esperar por
mucho tiempo, a pesar que Tú me llamabas sin cesar, ya desde mi
niñez:
“¡Ven a Mí!, - ¡Yo quiero reconfortarte!”
“¡Ven a Mí!, - ¡Yo quiero reconfortarte!”
Ahora,
oh Padre, llegó la hora en que se abre mi oído y mi voluntad, por
costumbre inflexible, y se entrega por completo a la Tuya, lleno de
humildad y obediencia ante Ti y también ante mis mejores hermanos de
acuerdo Tu Voluntad.
¡Por
eso ven a mí, mi amadísimo Jesús, y reconforta mi alma enferma con
el bálsamo de tu Amor infinito!
¡Déjame
encontrar mi gran culpa en tu amargo Sufrimiento y Muerte; déjame
ver tus cinco Santas Heridas y reconocer en ellas mi gran fechoría!
¡Oh,
Jesús, Tú que eres el Vencedor de la muerte y del infierno, ven
hacia mí y enséñame a reconocer mi completa nulidad y Tu Todo!
¡Oh,
Tú mi dulce Jesús llenísimo de Amor, Tú, Señor de todos los
señoríos, ven a mí que soy pobre, ven a mí que soy débil, ven a
mí que estoy sordo, ven a mí que tengo lepra, ven a mí que estoy
paralítico, ven a mí que estoy poseído, —sí, mi amadísimo
Jesús, ven, ven, ven a mí que estoy muerto y sólo déjame tocar Tu
Santa Vestimenta, para que así pueda vivir!
¡Señor,
pero no te tomes tiempo, porque necesito de Ti infinitamente! ¡Ya no
puedo estar sin Ti, porque Tú eres mi Todo y todo lo demás se ha
vuelto nada por amor a Ti! ¡Sin Ti, ya no puedo vivir; por eso, oh,
mi querido Jesús, ven inmediatamente hacia mí!
Sin
embargo y como siempre que se haga según Tu Voluntad, incluso esta
vez! Amén».
Después
de esta oración, id a descansar para que crezca vuestro amor y
anhelo por Mí. Si hacéis lo que os digo tan sólo durante un corto
tiempo, pronto veréis y oiréis rayos y truenos. Pero ¡entonces no
os asustéis ni tengáis miedo! Porque primero llegaré a cada cual
como juez con tormenta, rayos y truenos, pero después como Padre, en
un soplo suave y sagrado.
Quien
quiera someterse a una así llamada confesión
general verdadera,
se propone realmente mucho, porque para ello hace falta más humildad
y abnegación todavía. Esto significa que ha de tener el firme
propósito de no volver a pecar, y ha de recibir después la Comunión
con fe viva y amor puro hacia Mí. Pues, sólo entonces notaréis
instantáneamente esos efectos maravillosos en vosotros, que se
manifestarán pronto en una alegría y un deleite celestial
inimaginables.
Y
sabed que este es el camino más corto y más eficaz que lleva
al renacimiento, único mediante el cual se puede ganar la vida
eterna.
Cualquier
otro camino tarda más y es más inseguro, porque hay muchas sendas
donde acechan salteadores de caminos, ladrones y asesinos. El que no
va bien acorazado y armado hasta los dientes, difícilmente llegará
a su meta. ¡Recordad siempre quién es El que os lo dijo!
Por
eso pienso que en vez de acudir a distracciones y diversiones
mundanas y frecuentar ambientes indecentes, os interesa más bien
elegir la comunión gratis conmigo, en el marco del día del Señor,
sin pagar entrada, y utilizar el dinero en algo mejor. ¿Qué creéis
que será mejor y más agradable a mis ojos? Recordad lo que ya he
dicho a los Apóstoles: ¡Nadie puede servir a dos señores a la vez!
¡Pensad bien quién os lo recuerda! Amén. Yo, vuestro santo Padre
de eternidad a eternidad... ¡Yo soy! Amén.
Fuente:
Jakob Lorber - Dádivas del Cielo
(dadi2.40.08.18)
Jakob Lorber - Dádivas del Cielo
(dadi2.40.08.18)
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