El porqué de los sufrimientos
(El Señor: ) “¡Observa a un hombre sobre este mundo que posee una salud corporal completamente robusta! Y justamente porque él está tan enteramente sano, el abusa de su salud a través de todo tipo de exorbitantes placeres que deleitan sus sentidos y a través de innecesarios despliegues de energías.
Vienen a él personas con experiencia y le dicen: 'Amigo, amigo, no abuses demasiado de tu salud, - porque esta se malogra pronto y fácil mediante tales estilos de vida innaturales e imprudentes; y una vez que la salud se haya malogrado, ya no hay médico ni medicina que la vuelva a recuperar por completo, y tú permaneces entonces como un hombre achacoso y fácilmente sufrido por el resto de tu vida!'- Pero el hombre sano no le hace caso sino continúa con su vida disipada como antes.
Pero después de unos años, él cae en una muy grave enfermedad corporal y al principio se pone bastante loco por esta enfermedad altamente mortificadora. Se deja tratar por médicos que logran devolverle la salud, aunque no del todo, pero por lo menos soportable. Pero los médicos, después de la sanación, le dicen en tono completamente serio: '¡Amigo, ahora sé razonable, y no vuelvas a caer en tu antiguo estilo de vida, de lo contrario caerás de nuevo en una enfermedad más perniciosa que la que fue esta, de la cual con las justas te hemos salvado, y será más difícil ayudarte que esta vez!'
Si bien, el hombre sanado hace caso a este consejo durante un tiempo, pero después le aparecen de nuevo los apasionamientos. Él empieza a vivir desordenadamente otra vez; y a pesar que también siente las advertencias bastante significantes para no caer otra vez en otra fuerte enfermedad, no hace caso y continua pecando contra su naturaleza que, de todas formas, ya está debilitada.
Entonces, él cae también en una enfermedad necesariamente aun más perniciosa y le acompañan dolores a más no poder. Los médicos vienen otra vez e intentan sanarlo. Pero esta vez no tienen éxito tan rápido. Ellos le exhortan a que tenga paciencia; pues como hizo caso omiso al consejo médico, ahora él mismo tiene que adjudicarse que a través de su antigua negligencia haya caído en un mal peor y que durará mucho más tiempo.
Ahora, este hombre tiene que sufrir durante un año y se volverá completamente débil y muy vacilante; pero después de un año se mejora y jura nunca jamás, por todo lo que le es sagrado, hacer caso omiso del consejo de los médicos y de otros hombres sensatos y experimentados.
Esta segunda experiencia, muy amarga, lo ha vuelto algo más prudente y cauto, y él recupera sus fuerzas. Pero como otra vez se siente muy bien, entonces piensa, dentro de sí: '¡Vamos, si tan solo me permito mi vieja alegría una sola vez, con seguridad no me hará nada!' Él lo hace solo una vez y se salva de enfermarse. Pero como se salvó, entonces piensa otra vez, dentro de sí: '¡Bueno, como no me ha pasado nada la primera vez, entonces una segunda o tercera vez, con seguridad tampoco me hará nada!' Y él peca una segunda, tercera y también una cuarta vez.
Y mira, la vieja enfermedad lo tira otra vez a la cama y por muchos años, de tal manera que ya ningún médico es capaz de ayudarlo como la primera y segunda vez.
Después de cuatro largos años de amargo sufrimiento, él se alivia de su enfermedad, pero más por haberse acostumbrado a ella que por los medicamentos, y él comprende recién ahora que su gran sufrimiento había sido una Gracia de Dios, con la cual él ha sido sanado de toda su negligencia hasta tal punto que con esta, su alma ha podido ser educada para una vida más pura y agradable a Dios; porque a través de los sufrimientos del cuerpo, el alma del hombre se vuelve más humilde, paciente y firme y gana en fuerza, para obtener la maestría de los sentidos de la carne.”
Vienen a él personas con experiencia y le dicen: 'Amigo, amigo, no abuses demasiado de tu salud, - porque esta se malogra pronto y fácil mediante tales estilos de vida innaturales e imprudentes; y una vez que la salud se haya malogrado, ya no hay médico ni medicina que la vuelva a recuperar por completo, y tú permaneces entonces como un hombre achacoso y fácilmente sufrido por el resto de tu vida!'- Pero el hombre sano no le hace caso sino continúa con su vida disipada como antes.
Pero después de unos años, él cae en una muy grave enfermedad corporal y al principio se pone bastante loco por esta enfermedad altamente mortificadora. Se deja tratar por médicos que logran devolverle la salud, aunque no del todo, pero por lo menos soportable. Pero los médicos, después de la sanación, le dicen en tono completamente serio: '¡Amigo, ahora sé razonable, y no vuelvas a caer en tu antiguo estilo de vida, de lo contrario caerás de nuevo en una enfermedad más perniciosa que la que fue esta, de la cual con las justas te hemos salvado, y será más difícil ayudarte que esta vez!'
Si bien, el hombre sanado hace caso a este consejo durante un tiempo, pero después le aparecen de nuevo los apasionamientos. Él empieza a vivir desordenadamente otra vez; y a pesar que también siente las advertencias bastante significantes para no caer otra vez en otra fuerte enfermedad, no hace caso y continua pecando contra su naturaleza que, de todas formas, ya está debilitada.
Entonces, él cae también en una enfermedad necesariamente aun más perniciosa y le acompañan dolores a más no poder. Los médicos vienen otra vez e intentan sanarlo. Pero esta vez no tienen éxito tan rápido. Ellos le exhortan a que tenga paciencia; pues como hizo caso omiso al consejo médico, ahora él mismo tiene que adjudicarse que a través de su antigua negligencia haya caído en un mal peor y que durará mucho más tiempo.
Ahora, este hombre tiene que sufrir durante un año y se volverá completamente débil y muy vacilante; pero después de un año se mejora y jura nunca jamás, por todo lo que le es sagrado, hacer caso omiso del consejo de los médicos y de otros hombres sensatos y experimentados.
Esta segunda experiencia, muy amarga, lo ha vuelto algo más prudente y cauto, y él recupera sus fuerzas. Pero como otra vez se siente muy bien, entonces piensa, dentro de sí: '¡Vamos, si tan solo me permito mi vieja alegría una sola vez, con seguridad no me hará nada!' Él lo hace solo una vez y se salva de enfermarse. Pero como se salvó, entonces piensa otra vez, dentro de sí: '¡Bueno, como no me ha pasado nada la primera vez, entonces una segunda o tercera vez, con seguridad tampoco me hará nada!' Y él peca una segunda, tercera y también una cuarta vez.
Y mira, la vieja enfermedad lo tira otra vez a la cama y por muchos años, de tal manera que ya ningún médico es capaz de ayudarlo como la primera y segunda vez.
Después de cuatro largos años de amargo sufrimiento, él se alivia de su enfermedad, pero más por haberse acostumbrado a ella que por los medicamentos, y él comprende recién ahora que su gran sufrimiento había sido una Gracia de Dios, con la cual él ha sido sanado de toda su negligencia hasta tal punto que con esta, su alma ha podido ser educada para una vida más pura y agradable a Dios; porque a través de los sufrimientos del cuerpo, el alma del hombre se vuelve más humilde, paciente y firme y gana en fuerza, para obtener la maestría de los sentidos de la carne.”
gej10.112
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