Poncio Pilatos y el sueño de Tulia.


28 de junio de 1847.
1 Esta es una buena pregunta que merece una buena respuesta, por eso que aquí venga la respuesta.
2 Poncio Pilatos, un romano verdadero durante el mandato de Tiberio, era el gobernador del país de los judíos y residía en Jerusalén.
3 Este hombre romano, un enemigo de la casta sacerdotal judía que era extremadamente soberbia, miraba con muy especial beneplácito, aunque en forma reservada, a todos aquellos hombres que, en diferentes oportunidades y de manera muy abierta, sabían decir la verdad, directamente a la cara, a esta secta de sacerdotes que era odiada por él en sobre medida. Y, así pues, cada vez que la casta sacerdotal buscaba en él, que se le hiciera justicia a ella, por lo general, no conseguía mucho o nada, sino al contrario, por lo general tenía que retirarse con vergüenza sin haber resuelto su asunto. Esto es también el motivo por el cual Pilatos y Herodes convivían bajo una constante tensión de enemistad; sin embargo, la alta casta sacerdotal se llevaba bien con Herodes y nunca dejaba de intentar levantar sospechas contra Pilatos ante Herodes.
4 Por ese motivo, esta alta casta sacerdotal convocaba, a menudo, reuniones de consejo para resolver la manera de cómo capturarme y presentarme, de manera efectiva, para que Yo cayera en las manos de la justicia romana; pero ella nunca podía encontrar un motivo de peso.
5 Sólo cuando Yo realicé la entrada triunfal ya conocida, después de haber expulsado a los mercaderes del templo y de haber resucitado a Lázaro, y después que el pueblo comenzó a gritar Hosanna en honor a Mí — ¡todo eso ya fue demasiado para la alta casta sacerdotal! Entonces allí ellos decidieron enérgicamente atraparme y presentarme ante Pilatos como un rebelde de estado. — Si Pilatos Me condena, que quede sin ser vengado, pero si no Me condena, que la casta sacerdotal lo denuncie ante el Emperador como un hombre sospechoso, para tal acción, Herodes hubiera ido con alegría, mano a mano con ella.
6 Este plan no era desconocido a Pilatos. Sólo que no sabía cómo debía desactivarlo. Por eso, él decidió esperar este asunto más de cerca. Pero cuando él aun calculaba consigo mismo lo que tendría que hacer en caso que la alta casta de sacerdotes de verdad viniera con un golpe contra el notorio Jesús, mirad, ¡justo allí ellos vinieron ya con el golpe trayendo al preso y exigían inmediatamente el juicio! — Pilatos, completamente sorprendido, preguntó por supuesto con una voz de trueno: “¿Qué ha hecho este hombre justo en el que no encuentro culpa ninguna?” Pero la casta sacerdotal con sus partidarios pagados gritó aun diez veces más fuerte: “¡Este es un corruptor del pueblo, un agitador, un violador del Sabbat, un maldecidor de Dios y se hace pasar por el Hijo del Dios vivo! — Todo esto es según nuestras leyes que Roma respeta, y también está condenado altamente con la muerte por las leyes del emperador; por eso ¡condénale, hazle crucificar, de lo contrario eres el enemigo del emperador!”
7 Por supuesto, este grito hizo desconcertar a Pilatos, y él, en verdad, no sabía qué es lo que debería hacer. — En el apuro pensó dentro de sí, ¡no hay nada que hacer más que seguir con buena cara a esta inesperada jugarreta y aceptar, en el nombre del destino inescrutable, lo que ahora exige esta raza de sacerdotes completamente odiada!
8 En ese momento, Tulia, su mujer, lo hizo llamar y le comunicó, en secreto, cómo ella había visto muy claro ante sus ojos que este Jesús flotaba sobre las nubes del Cielo, acompañado por incontables miríadas de los genios más singulares y maravillosos, — todos ellos gritando con voz de trueno: “¡Salvación a nuestro gran Dios; Salvación al eterno Vencedor todopoderoso de la muerte y del infierno! — ¡Ay de ti, Jerusalén, ay de vosotros que vivís en ella, vuestra suerte será la muerte eterna, la destrucción eterna, porque no reconocéis a Jesús y lo juzgáis y lo crucificáis! ¡Que al único Justo de toda justicia sea eternamente toda Honra, toda Gloria y toda Salvación! — Después, este Jesús miró abajo, a la Tierra, y mira, todo el globo terrestre se incendió, y todo era fuego, y todo lo que respira fue consumido por este fuego! — ¡Por eso, querido Pilatos, no tengas nada que ver con este Justo!” —
9 Este relato desconcertó fuertemente a Pilatos, que cómo romano creía mucho en tales visiones, de tal manera que decidió, dentro de sí, no tener que manejar el asunto de Jesús y entregarlo al juzgado de Herodes quien también tenía, en tales temas dudosos, un derecho de Ius gladii, derecho de espada, con el cual dejó decapitar también a Juan (el Bautista). — Pero Herodes olió aquí el “gato encerrado” sabiendo muy bien que el pueblo ya estaba rebelde a él debido a Juan. En caso que también matara a Jesús, el pueblo le destrozaría a él. Por eso, finamente Herodes tomó a Jesús, que muchos creían que era el Cristo, y lo devolvió a Pilatos.
10 Pilatos intentó pues, por todos los medios, liberar a Jesús; pero todo fue un esfuerzo vano, hasta que finalmente, en la máxima indignación, se lavó públicamente las manos y dijo: “¡No quiero tener culpa alguna en la sangre de este Justo! — Pero vosotros mismos tenéis una ley; ¡tomadle y juzgadle!” — Aquí los altos sacerdotes gritaron entonces: “¡Que Su Sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos! — Pero no nos está permitido ensuciar nuestras manos con sangre; por eso, ¡danos soldados romanos!” —
11 Cuando Pilatos escuchó eso, aquí se acordó de la antigua costumbre, por la cual el pueblo judío tenía que soltar a un criminal durante la fiesta de la Pascua. Por eso se dirigió otra vez a la muchedumbre de los enemigos de Jesús y dio a conocer que él no había podido encontrar, en absoluto, culpa alguna en Jesús, y que por eso sería necesario, para realizar un juicio correcto y completamente verdadero, interrogar más a este hombre en todos los sentidos. Pero al mismo tiempo que es costumbre que se libere a un criminal durante la fiesta; por eso que ahora se le pregunte a ellos para que elijan entre Jesús, cuya culpa aun no ha sido demostrada y Barrabás, el infame ladrón asesino: ¿cuál de los dos escogen ellos? — Pero ellos gritaron: “¡Barrabás!”
12 Y esto era justamente lo que realmente quería Pilatos y sabía bien que esta muchedumbre de sacerdotes no gritarían por la libertad de Jesús, pues sólo así, creía él, que Le liberaría, después que Barrabás estuviera libre, entonces tendría que, en reemplazo, llevar a Jesús a la cárcel, y de esta manera podría solucionar todo con la ayuda del tiempo. Porque en primer lugar, así se taparía el hocico a los sacerdotes, y, en segundo lugar, se pondrían fuertes brechas a los sacerdotes a través de la corte romana que difícilmente serían quebrantadas.
13 El pensamiento y la voluntad del gobernador eran buenos; pero cuando, después de la liberación de Barrabás, toda la multitud exigía tanto más obstinadamente por la crucifixión y no quería oír nada sobre el encarcelamiento de Jesús y llamaban a Pilatos un cobarde, allí quedó completamente vencido y dijo: “¡Aquí — miserables! — ¡Tomad a vuestro criminal, que es mucho más justo que todos vosotros juntos, y allí están los esbirros! ¡Id, haced con Él lo que queráis, mi credencial sobre Él y sobre vosotros lo emitiré de mi mano a continuación!” — —
14 Con estas palabras se retiró y les entregó a Jesús a Quien los altos sacerdotes hicieron apresar por los esbirros y lo crucificaron — como es conocido.
15 Lo que hizo Pilatos después os es conocido, y que complació a los amigos de Jesús en lo que ellos querían. Pero a muy pocos sobre esta Tierra se les ha permitido saber que después el mismo Pilatos, junto a su esposa, se volvió cristiano en secreto, y que justamente Pilatos fue quien contribuyó mucho, a través de sus descripciones muy exactas sobre el sacerdocio judío, muy sospechoso, que, en el tiempo de unos treinta años, Jerusalén fuera destruida por completo por los romanos llevando a los judíos a dispersarse por todo el mundo.
16 Pero esto se os da a conocer para que no condenéis constantemente al pobre Pilatos como lo hacen miles y millones, ahora que ya debéis saber muy bien que todo esto tenía que suceder, según Mi Consejo eterno, así como lo he dicho muy abiertamente a los dos discípulos que caminaban a Emaús para mostrarles lo que Dios quería y para que ellos quisieran moderar su odio ilimitado contra los sacerdotes.
17 Si bien vosotros no odiáis a Pilatos, pero de todas maneras os parece como si fuera un tipo algo maldito que pudo haberle salvado muy fácilmente si realmente él hubiera querido. — ¡pero no pensáis que Dios no necesita dejarse salvar de algún peligro con la ayuda del hombre débil y con lamentable pobreza espiritual! ¿O pensáis de verdad que Pilatos hubiera podido haber hecho algo que salvara a Aquel que da órdenes al mar y a los vientos, y que es el único Salvador de todos los hombres y espíritus? —
18 ¡Oh mirad, esto y aun otras cosas más es, en vosotros, aun muy débil y bastante babilónico! — La escritura tiene que ser cumplida, y por eso fueron perdonados en la crucifixión todos los que no sabían lo que hacían. Si esto es así, entonces en el futuro dejad vivir un poco más a Pilatos que lo que ha sido hasta hoy el caso. Amén. Esto lo digo Yo a vosotros, para que no sigáis juzgando más a Pilatos. Amén, amén, amén.

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