A una cansada del mundo



Oh Abba Emmanuel, eres la máxima misericordia y por eso te imploro, en profunda humildad,  qué refresques y alivies a todos los que vienen a Ti y que están cansados y cargados. Mira con tu máxima gracia el corazón arrodillado de mi hermana Cecilia cuyas esperanzas en el mundo han sido destruidas por completo y que no tiene la fuerza de levantar su ánimo oscurecido hacia ti.

Oh Padre santo, eres el único que puedes dar consuelo y paz y una nueva vida en la gran oscuridad de su corazón. Corazón que ni siquiera sospecha y, a duras penas, puede creer que las Puertas del Cielo están muy abiertas en este gran tiempo de gracia y que Tú, Oh Padre santo llenísimo de amor, estás recibiendo a todos tus hijos perdidos, con las manos extendidas. Manos llenas de perdón y bendición. Oh, entonces envía Tu Luz y Tu Verdad a su corazón que parece estar cansada y sobresaturada de la vida terrenal.

Muéstrale, ya que ella lo desea, la enfermedad de su alma, así como la de su debilitado cuerpo físico. Regálale con mucha suavidad, Tú que eres el divino Salvador, sólo algunas palabras fortalecedoras y reanimadoras provenientes de Tu Corazón de Padre, de dónde fluye compasión y misericordia.

Esto te lo pide con el alma contrita un animalito infusorio de la profundidad del pantano. Oh, hágase Tu única Santísima Voluntad en ella y con ella que es una hermana creyente en la iglesia reformada. Amén.

Y tú, oh santísimo Señor y Padre, eres el único y verdadero Reformador, Redentor, Rescatador y Realizador del renacimiento espiritual. Que todo agradecimiento, toda alabanza y todo amor sea únicamente a Ti porque eres amigable, oh Señor, y tu bondad es por toda la eternidad.
Amén.


Respuesta del Padre a Cecilia.

Quién dirige su ojo hacia el mundo, sin importar el objeto mundano en el que se complazca,  se dará cuenta, tarde o temprano, cómo y con qué paga el mundo a sus admiradores, sus pretendientes y sus trabajadores.

¿Qué es el mundo?

No es otra cosa que la muerte del cuerpo. Muerte que se asemeja a un sepulcro en el que no se encontrará nada raro ni interesante. Es decir, nada más que moho mal oliente, residuos altamente asquerosos y cuerpos en descomposición y, sobre todo, una legión de gusanos que tragan de todo.

Mira, estos son los "tesoros del mundo".  Y, a pesar que estos son repugnantes, ellos son buscados, en especial en este tiempo, con tal energía y pasión que los hombres casi pasan a un estado de desesperación en caso que Yo, a través de mi amor paternal, les impido, en la medida de lo posible, que alcancen tales "tesoros" y sin dañar sus libres albedríos.

A veces recurren incluso a pensamientos suicidas en caso que Yo no permita inmediatamente que ellos se lancen al hoyo del sepulcro de la muerte eterna.

Mira, así es ahora el mundo. También  los hombres del mundo se han vuelto indeciblemente necios y, a menudo, incluso verdaderamente malvados.

Y Yo, a todo esto,  te digo aún que hoy, entre cien hombres, apenas hay uno que es medio justo y entre mil, apenas un justo por completo. Esto debido a que el mundo ha vuelto ciego a casi todos, es muy raro ver a alguien que no esté ciego.

Mira a la vergonzosa moda del vestir. Yo te digo, ella es un cruel gusano de la muerte que empieza a comerse el corazón incluso aun cuando el cuerpo físico está con vida.

La moda no tiene ninguna bendición en absoluto de Mi Parte, porque ella es el "maquillaje" de la muerte con el que ya miles y millones han sido estafados con el robo de la vida eterna.

Mira además al baile no bendecido. Este es similar al veloz viaje en el tren de vapor (año 1841). Viaje con el cual se puede alcanzar el doble sepulcro con una rapidez realmente asombrosa. El sepulcro es doble porque vale tanto para el cuerpo físico como también y, tanto más, para la vida espiritual.

El bailarín y la bailarina lleva a la muerte debajo sus brazos. Entonces ¿qué debo hacer Yo con ellos? Pues los dejo ir porque ya tienen su salario y su paga por lo que han sudado mucho.

Mira además la avaricia, la envidia y la tacañería. Estás tres se han vuelto por completo el alma de las larvas humanas. Sí, estos malvados servidores de la muerte no son dignos de ser llamados humanos.  Es más, ni siquiera pueden ser llamados pecadores, porque el pecador, por momentos, se siente arrepentido y, a veces, por lo menos tiene el deseo de mejorar. Pero está trinidad en un alma mundana no siente arrepentimiento alguno.  Más bien, esta clasifica el valor de cada hombre solo de acuerdo al dinero. Dinero que es eternamente maldito.

¿Dónde está el rico que quiera arrepentirse de ser rico? Por ejemplo,  un rico tiene  tanto que le gusta consumir al año unos cinco mil gulden (florines austríacos). Dinero suficiente como para vivir unos cien años y hasta más. Pero, no contento con esto, él quiere ser aún cada vez más y más rico. Y si tuviera que regalar cien gulden a un pobre, con cuánto desagrado lo haría.

Yo sé muy bien, cuán pocos hay entre los ricos que tienen un corazón compasivo ante sus hermanos y hermanas pobres. Yo te digo que si con los dedos de la mano quisieras contarlos, para los que hay en esta ciudad, que tiene más de quinientos hombres ricos, te sobrarían los dedos de la mano.

Mira la infidelidad del hombre que se ama sólo a sí mismo. ¿Crees qué alguno, de aquellos que se te han declarado, te ha amado a ti de verdad? Oh no.

Créeme todos ellos tan sólo se amaban a sí mismos dentro de ti. Lo que pasa es que tu pecho es de mejor naturaleza que el de ellos, y por eso el ojo malo de aquellos hombres, que se te declararon, se veía a sí mismo, en cierto sentido, en forma más pequeña.  De tal manera que todos ellos se sentían muy incómodos, porque el amor propio en ellos sufría, como también sufría, no en menor grado, su sensualidad carnal.

Mira, por eso mismo, todos ellos te fueron infieles.

Y ahora tú quieres llorar en tu corazón porque Yo te he protegido cuidadosamente todo este tiempo y te he liberado de aquellos que no son fiel a nadie más, que a sí mismos?

Pero Yo te digo, alégrate más bien de aquello por lo que tú lloras y créeme que tú sanarás en tu pecho feliz, a través de la alegría en Mi y también para que entonces se vuelva más fácil recompensar, ya aquí, a tu corazón, entregado a Mí,  con un hombre que será para ti eternamente un ángel del Cielo.

Cree en estás, Mis Palabras: Yo estoy más cerca a ti que lo que jamás pudieras soñar.  Por eso, si me buscas con el amor de tu corazón, amor que lo has derrochado y aún lo derrochas en tus vanos objetos amados, en Verdad te digo hace mucho tiempo Me hubieras encontrado por completo.

Mira, tu enfermedad del cuerpo físico SOY YO. Sí, YO MISMO ESTOY ENFERMO EN TI,  y por eso estás débil y enfermiza.  Pero ahora retira todo tu amor del mundo y dirígelo sólo a Mí.  Así, Yo pronto sanaré y Me volveré fuerte dentro de ti y, así, tú conmigo y dentro de Mí.

Tú crees que estás sufriendo de los pulmones. Oh no, esto no es así, sino lo que sufres es del corazón. Pues tú no eres de abajo sino de arriba. Por eso tampoco la suerte del mundo es benévolo contigo.

Cuando sane tu corazón también sanarás en el cuerpo físico y esto será por completo. PORQUE TAL ENFERMEDAD ES TAN SÓLO TU PRUEBA.

Pero el mundo, así como está ahora y como te lo mostrado al principio, no te podrá ofrecer ningún bálsamo curativo para tu corazón, que está enfermo en doble sentido, sino únicamente Yo, si tú regresas a Mí. Porque únicamente en Mí encontrarás el sosiego verdadero, el más libre y más alegre que existe.

Tampoco lo encontrarás en la vestiduras de una, así llamada, privilegiada hermana de la Misericordia y tampoco en la iglesia amurallada y fría, sino sólo en Mí, a través de la confianza y del amor constantemente creciente hacia a Mí.

Mira, Mi siervo también estuvo antes enfermo al igual que tú, pero, desde que Me encontró, está sano y feliz y libre. Tú también puedes sanar de la misma manera, si es que quieres volver a Mí.

Mira, Yo, tu Padre eterno y santo, no te abandonaré pero tienes que venir a Mí en tu corazón.

En caso que vengas a Mí que seas adornada con una gran gloria porque Yo veo únicamente la confesión del corazón. Todo lo demás no es de Mi incumbencia.

Por eso ven a Mí, tu Padre, ven a tu Jesús.

Amén.


Fuente:
Dádivas del Cielo, tomo 2,

recibido por Jakob Lorber
el 17 de diciembre de 1841.

dadi2.411217.

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