Palabras sabias del Niño sobre las diferentes lágrimas
Cuanto más tiempo Tulia tenía al Niño Jesús en sus brazos, tanto más reconocía los errores de su vida, por lo que, repetidas veces, estalló en sollozos.
«Mi amada Tulia», le dijo el Niño, «éste es otro detalle que no Me gusta de ti: ¿Por qué continuas llorando, teniéndome a Mí en tus brazos?
Sería más conveniente que estuvieras contenta y alegre, porque no me gustan las lágrimas de los hombres que se vierten cuando no hacen falta.
¿Acaso piensas que tus lágrimas purifican de tus pecados tu corazón ante Mí? ¡Eso es absurdo! Aunque tus lágrimas corran por tus mejillas, si no pasan por tu corazón, poco lo limpian. Lo que es peor: Muchas veces las lágrimas son la causa de que el corazón se cierre, por lo que luego ya no puede entrar nada en él, ni lo bueno ni lo malo...
Y esto causa la muerte del espíritu que mora en el corazón, porque una persona triste siempre es un ser que anda ofendido, situación en la que no admite nada.
Yo no puse más que tres clases de lágrimas en el ojo del hombre: Las lágrimas de la alegría, las lágrimas de la compasión y las lágrimas causadas por el dolor.
Estas me agradan. Pero las lágrimas de la lamentación o tristeza , las del arrepentimiento o pesadumbre y las de la ira o cólera surgen de la compasión por uno mismo; son frutos de la propia cosecha y tienen un valor muy pequeño para Mí:
Las lágrimas de la lamentación o tristeza surgen de un ánimo herido y exigen reparación. Si esta no llega, tal ánimo se transforma fácilmente en odio secreto y finalmente en sentimiento de venganza.
Las lágrimas de arrepentimiento o pesadumbre son de origen semejante. Aparecen sólo después del pecado, en el momento cuando el pecado ha generado un beneficioso castigo de corrección.
Pero no son lágrimas vertidas por haber cometido el pecado en sí, sino por el castigo sufrido. Y por eso también por el pecado, ya que este ha traído, como consecuencia, el castigo corrector.
De modo que tampoco estas lágrimas mejoran el corazón, porque en este caso el hombre no rehuye el pecado por amor a Mí sino solo por miedo a un posible castigo. ¡Y, mira, esto es peor que el pecado mismo!
En cuanto a las lágrimas de la ira, no merecen que Yo hable sobre ellas porque proceden de una fuente que brota del infierno más profundo.
Las lágrimas de la ira no humedecen el ojo, sino solo las lágrimas del arrepentimiento.
Pero Yo te digo: ¡sécate también éstas de tus ojos, porque ya ves que no me agradan!».
Entonces Tulia dejó de llorar, se secó los ojos y reconoció:
«Señor, ¡eres infinitamente sabio y bueno! ¡Qué feliz podría ser ahora si no fuese una pecadora! Pero en Roma, por orden del emperador, tuve que venerar a un ídolo, hecho que me roe el corazón como un gusano malo».
«Mujer, ¡este pecado ya te lo perdoné antes de que lo hubieras cometido!
Pero fuiste celosa por el amor que Cirenio Me tiene... ¡Esto es un gran pecado! No obstante, te lo he perdonado todo y como de nuevo Me amas, estás pura. ¡Alégrate, pues, y sé feliz!».
Tulia y toda la familia se sosegaron y se reanimaron, y, todos alegres, se fueron a cenar.
«Mi amada Tulia», le dijo el Niño, «éste es otro detalle que no Me gusta de ti: ¿Por qué continuas llorando, teniéndome a Mí en tus brazos?
Sería más conveniente que estuvieras contenta y alegre, porque no me gustan las lágrimas de los hombres que se vierten cuando no hacen falta.
¿Acaso piensas que tus lágrimas purifican de tus pecados tu corazón ante Mí? ¡Eso es absurdo! Aunque tus lágrimas corran por tus mejillas, si no pasan por tu corazón, poco lo limpian. Lo que es peor: Muchas veces las lágrimas son la causa de que el corazón se cierre, por lo que luego ya no puede entrar nada en él, ni lo bueno ni lo malo...
Y esto causa la muerte del espíritu que mora en el corazón, porque una persona triste siempre es un ser que anda ofendido, situación en la que no admite nada.
Yo no puse más que tres clases de lágrimas en el ojo del hombre: Las lágrimas de la alegría, las lágrimas de la compasión y las lágrimas causadas por el dolor.
Estas me agradan. Pero las lágrimas de la lamentación o tristeza , las del arrepentimiento o pesadumbre y las de la ira o cólera surgen de la compasión por uno mismo; son frutos de la propia cosecha y tienen un valor muy pequeño para Mí:
Las lágrimas de la lamentación o tristeza surgen de un ánimo herido y exigen reparación. Si esta no llega, tal ánimo se transforma fácilmente en odio secreto y finalmente en sentimiento de venganza.
Las lágrimas de arrepentimiento o pesadumbre son de origen semejante. Aparecen sólo después del pecado, en el momento cuando el pecado ha generado un beneficioso castigo de corrección.
Pero no son lágrimas vertidas por haber cometido el pecado en sí, sino por el castigo sufrido. Y por eso también por el pecado, ya que este ha traído, como consecuencia, el castigo corrector.
De modo que tampoco estas lágrimas mejoran el corazón, porque en este caso el hombre no rehuye el pecado por amor a Mí sino solo por miedo a un posible castigo. ¡Y, mira, esto es peor que el pecado mismo!
En cuanto a las lágrimas de la ira, no merecen que Yo hable sobre ellas porque proceden de una fuente que brota del infierno más profundo.
Las lágrimas de la ira no humedecen el ojo, sino solo las lágrimas del arrepentimiento.
Pero Yo te digo: ¡sécate también éstas de tus ojos, porque ya ves que no me agradan!».
Entonces Tulia dejó de llorar, se secó los ojos y reconoció:
«Señor, ¡eres infinitamente sabio y bueno! ¡Qué feliz podría ser ahora si no fuese una pecadora! Pero en Roma, por orden del emperador, tuve que venerar a un ídolo, hecho que me roe el corazón como un gusano malo».
«Mujer, ¡este pecado ya te lo perdoné antes de que lo hubieras cometido!
Pero fuiste celosa por el amor que Cirenio Me tiene... ¡Esto es un gran pecado! No obstante, te lo he perdonado todo y como de nuevo Me amas, estás pura. ¡Alégrate, pues, y sé feliz!».
Tulia y toda la familia se sosegaron y se reanimaron, y, todos alegres, se fueron a cenar.
Fuente: Infancia de Jesús, capítulo 206
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