Prólogo a la obra “La Infancia y Juventud de Jesús”
Resumen
Jesús vivió su infancia y juventud como cualquier ser humano, siguiendo la ley de Moisés hasta despertar plenamente la divinidad en Él. Como ejemplo para la humanidad, mostró que cada persona puede unirse a Dios a través del amor y la fe.
Los milagros de su infancia y su aparente inactividad en la juventud pueden compararse con un árbol que florece en primavera, parece inactivo en verano y da frutos en otoño. La unión total de la divinidad con Jesús no ocurrió de golpe, sino gradualmente, culminando con su muerte en la cruz.
Su muerte significó la máxima entrega de Dios a la humanidad, permitiendo una nueva relación entre Creador y criatura. Así, el ser humano puede alcanzar la vida eterna y la unión con Dios, mientras que el poder de Satanás queda debilitado para siempre.
En conclusión, la muerte de Jesús permitió que el hombre fraternizara plenamente con Dios, sin que nada pudiera volver a separarlos. Amén.
Prólogo a la obra “La Infancia y Juventud de Jesús”
Revelado por el Señor Jesucristo mismo como introducción a la historia de Su infancia y juventud el 22 de julio de 1843 y el 9 de mayo de 1851, a través de la misma boca que Él eligió como órgano de esta obra.
1. Viví el tiempo conocido hasta los treinta años de la misma manera en que vive cualquier muchacho bien educado, luego joven y después hombre, y tuve que despertar a la Divinidad en Mí —como cada ser humano debe despertarme en sí mismo— a través de llevar una vida conforme a la ley de Moisés.
2. Yo mismo tuve que comenzar a creer en Dios como cualquier otro hombre y, con todo tipo de abnegación imaginable, tuve que abrazarlo con un amor cada vez más fuerte, hasta someter completamente la Divinidad a Mí.
3. Así fui, como el Señor mismo, un ejemplo vivo para cada hombre, de modo que cada uno puede atraerme a sí del mismo modo en que Yo atraje a la Divinidad en Mí, y puede unirse completamente Conmigo a través del amor y la fe, como Yo mismo, en Mi plenitud infinita, estoy completamente unido a la Divinidad.
4. A la pregunta de cómo se relacionan los milagros de la infancia de Jesús y su actividad espiritual divina con su aparente aislamiento como ser humano en sus años de juventud y adultez, y cómo, a su vez, los milagros realizados en esos años encajan con esta condición, si se le ha de considerar solo como hombre en ese tiempo, – sirva como respuesta la imagen de un árbol desde la primavera hasta el otoño.
5. En primavera, el árbol florece maravillosamente y está lleno de actividad. Tras la caída de la flor, el árbol parece nuevamente inactivo. Sin embargo, hacia el otoño, vuelve a su máxima actividad: los frutos, ciertamente maravillosos, se sazonan, se colorean, se vuelven aún más hermosos que la flor anterior y, al madurar, el don que contienen se libera de sus ataduras y cae en el regazo de los niños hambrientos.
6. Con los ojos del corazón, se puede comprender esta imagen, pero nunca con los ojos del intelecto mundano. Estas cuestiones, sin acercarse peligrosamente a la Divinidad de Jesús, sino manteniéndola firme en la fe del corazón –que es la luz del amor a Dios–, pueden explicarse fácilmente cuando se comprende que la unión total de la Divinidad con el hombre Jesús no ocurrió de golpe, sino gradualmente, como el despertar sucesivo del espíritu divino en el corazón humano, y se completó solo con la muerte en la cruz; aunque la Divinidad ya habitaba en su plenitud en el niño Jesús, solo emergía para realizar milagros en tiempos de necesidad.
7. La muerte corporal de Jesús es la máxima humillación de la Divinidad en el juicio de toda materia, y con ello se posibilita la creación de nuevas relaciones entre el Creador y la criatura.
8. Solo a través de la muerte de Jesús, Dios mismo se convierte plenamente en hombre, y el hombre creado se convierte en un hijo de Dios renacido por la mayor Gracia divina, es decir, en un dios, y puede, como criatura, presentarse ante su Creador como su imagen perfecta. Así puede contemplar, hablar, reconocer y amar a su Dios, Creador y Padre sobre todas las cosas, alcanzando así la vida eterna, indestructible, en Dios, de Dios y junto a Dios. De este modo, también queda quebrantado el poder de Satanás (la mala fe o la voluntad malvada), pues ya no puede impedir la plena cercanía de la Divinidad con los humanos ni los humanos con la Divinidad.
9. Dicho de forma aún más breve: gracias a la muerte de Jesús, el hombre puede fraternizar plenamente con Dios, sin que Satanás tenga ya ninguna intervención posible. Por eso, en la palabra dirigida a las mujeres que visitaron la tumba se dice: «Id y contadlo a mis hermanos». La acción de Satanás en la forma exterior aún puede notarse, pero nunca podrá restaurar el velo rasgado entre la Divinidad y los humanos, ni reconstruir el abismo insalvable que separaba a Dios y a los hombres.
10. Con esta breve exposición, cualquier persona que piense y vea con el corazón podrá entender con facilidad y claridad la infinita utilidad de la muerte corporal de Jesús. Amén.
Fuente: Obra “La infancia y Juventud de Jesús” recibida por Jakob Lorber mediante la voz interior.
Texto original de la primera edición en nueva ortografía alemana (Proyecto True-blue Jakob Lorber)
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