¡Aquel que no tiene amor es un pecador!

Jonatán y el Niño Jesús

Después de haberse recuperado un poco de su asombro ante la disertación del Niño, Jonatán dijo a José: 

—Te digo que estaba decidido a quedarme hoy y mañana contigo, pero temo que no pueda cumplir mi propósito, porque ahora me parece todo demasiado santo.

Me parece como si estuviera en la cresta de una montaña muy alta donde el encanto del panorama seduce a los sentidos, pero donde, inmediatamente, el aire más puro me dice:

Animal humano de carga, pesado e impuro, ¡vete pronto a tu patria maloliente!, porque aquí, donde en el éter más puro se mecen los espíritus más puros, no hay sitio para almas impuras.

¡El gran profeta Moisés fue tan puro! Y aun así, cuando quiso ver al Señor, Este le dijo:

No podrás ver mi faz porque un ser humano no puede verla y vivir al mismo tiempo.

¡Y el mismo Señor, el anunciado de todos los profetas, se encuentra ahora aquí, en la plenitud de su Gloria!
¿Cómo podría yo ser capaz de soportar su presencia visible aún más tiempo, teniendo en cuenta que soy pecador inveterado contra la ley de Moisés.

Le dijo José:  

—Amigo mío, veo que conoces la ley esencial. Por eso no comprendo por qué prefieres volver a tu casa, en vez de observar esta ley de manera viva.

Ama al Señor con todas tus fuerzas y no recuerdes continuamente tus pecados. ¡Sabe que de esta manera agradas más al Señor que con tus continuos lamentos!

Espera hasta que el Niño insinúe que te vayas... Sólo si esto ocurre, puedes suponer que eres indigno de Él.

Mientras no sea el caso, ¡quédate! Pues, aquí estas verdaderamente en casa, ¡mejor que en cualquier otra parte!

En aquel momento el Niño se acercó y dijo:

¡Muy bien José, que le hayas reñido por ser tan obstinado y no querer quedarse aquí, pese a que le quiero tanto!

Y, dirigiéndose a Jonatán, continuó:

¿Es posible que realmente no quieras quedarte aquí? ¿Qué mal te hacemos para que quieras marcharte?

Mi Dios y mi Señor, soy un pecador demasiado grande ante la ley de Moisés!

¿Cómo es eso? ¡Yo no veo pecado alguno en ti! ¿Sabes quién es un pecador? Te lo digo: ¡Aquel que no tiene amor es un pecador! Pero tú tienes amor, ¡de modo que ante mí no eres pecador! ¡Todos tus pecados ya te los perdoné, porque, desde todas las eternidades, soy el Señor de Moisés!

Con lágrimas en los ojos Jonatán decidió quedarse; se acercó al Niño y lo acarició.

ijes.172



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