Soy bondadoso, humilde y un ser humano.

Helena, muy conmovida, empieza a sollozar y dice:

«¡Oh, Jesús mío! ¿¡Cómo puedo ser digna de permanecer a tu lado!? ¡Eres Dios omnipotente, vivo, eterno y verdadero, Creador de los Cielos y la Tierra, y yo una cocinera ínfima, sucia y llena de impurezas y pecado! ¡Oh, oh, oh, no, no! ¡Esto realmente no es posible! —¡Oh, Señor! Ahora recién comprendo desde lo más profundo de mi ser que soy una pecadora muy despreciable y no soy nada digna de permanecer junto a Ti! Por ello, ¡déjame que vaya donde aquellas bailarinas porque me parezco más a ellas que aquí con tu eterna Santidad infinita!».

Digo Yo (Jesús):

«¡Oh, oh, mira, mira, todo lo que quieres! — Si tú me fueras desagradable, hace mucho tiempo que ya hubiera encontrado por allí algún lugarcito adecuado para ti. Pero como no Me eres desagradable, sino ahora muy, muy querida, prefiero mucho más que estés permanentemente a mi lado que en otro sitio.

— ¿Crees que Me siento superior debido a Mi Poder de Dios? ¡Oh, si crees eso, estarías en un gran error! ¡Mira, si Yo Me hubiera creido algo superior porque poseo necesariamente Mi Poder de Dios por la eternidad, con seguridad no me habría dejado crucificar ni nunca vuelto un hombre! ¡Pero como de todo eso no me creo superior y son de todo corazón manso, humilde y ahora soy un humano igual que todos vosotros, puedes atreverte el quedarte conmigo! ¡Te convencerás que no te morderé! Por eso, ¡quédate Conmigo aquí, y come y bebe con toda libertad de tu corazón! Yo te lo digo, nos entenderemos muy bien».

Con estas palabras, Helena ya no sabía qué hacer debido al puro Amor que invadió su corazón. Y, a través de este gran Amor hacia Mí, ella se volvió indescriptiblemente hermosa, tanto que Adán junto a ella hace un comentario y dice:

«Es una verdadera Eva antes de su caída; después sólo ha habido dos, en las alturas, parecidas a ésta: Yemelah y la sacerdotisa Purista. Es sorprendente cuánto nuestra hija más joven se parece a éstas dos. Oh ¡su espíritu es realmente maravilloso!».

Fuente:  Roberto Blum tomo 1, cap. 87, v. 3-4 (rb1.087.3-4)

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