El religioso y el pecador
Dijo el Señor:
«Un distinguido hombre religioso se presentó al Señor y, ante el Santísimo, elevó en voz alta la siguiente oración de agradecimiento:
“¡Oh Señor!, !te agradezco, oh Señor, que me has dado fortaleza, oh Señor, con la que yo he podido servirte con toda fidelidad desde los años de mi niñez y, hasta ahora, aún nunca he pecado contra Ti en ninguna ley. ¡Oh Señor, he cumplido, pues, las leyes de Moisés hasta en la última coma!, realicé, oh Señor, las obligaciones de mi posición con exactitud, te di mis sacrificios siempre generosamente y, ante todo, di el diezmo con puntualidad. Asimismo jamás me impurifiqué, ni en la mañana, ni en el mediodía, ni en la tarde. Y tampoco nunca he profanado el sábado, ni con un dedo.
Oh, por eso ahora te agradezco, Mi Dios, con el fervor completo y convincente de toda mi fuerza que en tu bondad me has concedido, porque yo siempre he andado con justicia ante ti y yo estoy justificado desde la coronilla hasta los dedos de los pies y no soy un pecador, como un judío común, como un vagabundo, como un ladronzuelo, atracador o asesino, como los fornificadores y adúlteros, como los profanadores del sábado y los que comen cerdo y mucho menos como todos los pecadores públicos, estafadores, bailadores, comediantes, magos, publicanos y usureros mezquinos y, ni siquiera, en lo mas mínimo igual como los samaritanos y otros similares más”.
Así fue aproximadamente la oración de agradecimiento del fariseo religioso. Pero, bien al fondo del templo, también estaba de pie un publicano pecador. Este apenas se atrevía a levantar sus ojos y dijo, en la completa contrición de su ánimo:
“¡Oh Señor! ¡Yo, pecador pobre y débil, no soy digno de mirar Tu Santidad, ni tampoco digno siquiera de estar parado en el último lugar de Tu templo! ¡Pero, oh Señor, muéstrate indulgente y misericordioso conmigo, pecador pobre y débil, si es que aún soy un poco digno de alguna misericordia!"
¡Aquí el publicano se golpeó el pecho y abandonó llorando el templo!
Ahora, ¿quién de ambos salió bien justificado del templo?
Yo te digo ahora, como lo dije en ese entonces: En ningún caso el hombre religioso presumido que se puso a calcular, ante Mí, su justicia y que se consideraba mucho mejor que los otros; sino el publicano débil y pecador que se consideraba peor que los otros. Por eso también, Yo entré después en su casa, comí y bebí con él y lo acepté como un hermano Mío y de Mis hermanos».
(dadi2.430421)
Fuente: http://jakoblorberperu.blogspot.com/2017/08/por-que-la-debilidad-es-mejor-que-la.html
«Un distinguido hombre religioso se presentó al Señor y, ante el Santísimo, elevó en voz alta la siguiente oración de agradecimiento:
“¡Oh Señor!, !te agradezco, oh Señor, que me has dado fortaleza, oh Señor, con la que yo he podido servirte con toda fidelidad desde los años de mi niñez y, hasta ahora, aún nunca he pecado contra Ti en ninguna ley. ¡Oh Señor, he cumplido, pues, las leyes de Moisés hasta en la última coma!, realicé, oh Señor, las obligaciones de mi posición con exactitud, te di mis sacrificios siempre generosamente y, ante todo, di el diezmo con puntualidad. Asimismo jamás me impurifiqué, ni en la mañana, ni en el mediodía, ni en la tarde. Y tampoco nunca he profanado el sábado, ni con un dedo.
Oh, por eso ahora te agradezco, Mi Dios, con el fervor completo y convincente de toda mi fuerza que en tu bondad me has concedido, porque yo siempre he andado con justicia ante ti y yo estoy justificado desde la coronilla hasta los dedos de los pies y no soy un pecador, como un judío común, como un vagabundo, como un ladronzuelo, atracador o asesino, como los fornificadores y adúlteros, como los profanadores del sábado y los que comen cerdo y mucho menos como todos los pecadores públicos, estafadores, bailadores, comediantes, magos, publicanos y usureros mezquinos y, ni siquiera, en lo mas mínimo igual como los samaritanos y otros similares más”.
Así fue aproximadamente la oración de agradecimiento del fariseo religioso. Pero, bien al fondo del templo, también estaba de pie un publicano pecador. Este apenas se atrevía a levantar sus ojos y dijo, en la completa contrición de su ánimo:
“¡Oh Señor! ¡Yo, pecador pobre y débil, no soy digno de mirar Tu Santidad, ni tampoco digno siquiera de estar parado en el último lugar de Tu templo! ¡Pero, oh Señor, muéstrate indulgente y misericordioso conmigo, pecador pobre y débil, si es que aún soy un poco digno de alguna misericordia!"
¡Aquí el publicano se golpeó el pecho y abandonó llorando el templo!
Ahora, ¿quién de ambos salió bien justificado del templo?
Yo te digo ahora, como lo dije en ese entonces: En ningún caso el hombre religioso presumido que se puso a calcular, ante Mí, su justicia y que se consideraba mucho mejor que los otros; sino el publicano débil y pecador que se consideraba peor que los otros. Por eso también, Yo entré después en su casa, comí y bebí con él y lo acepté como un hermano Mío y de Mis hermanos».
(dadi2.430421)
Fuente: http://jakoblorberperu.blogspot.com/2017/08/por-que-la-debilidad-es-mejor-que-la.html
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