Paz y espada

«No penséis que Yo he venido para enviar paz a la Tierra. Yo no he venido a enviar paz, sino la espada».
Mateo 10:34 Versión Lutero 1912

«No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada».
Mateo 10:34 Versión Reina Valera 1960

«No crean ustedes que he venido para establecer la paz en este mundo. No he venido a traer paz, sino pleitos y dificultades».
Mateo 10:34 Versión TLA 2000

«Es por eso por lo que tampoco Yo os doy paz para este mundo, sino espada, porque debéis conquistar la libertad de la Vida eterna por medio de la lucha contra el mundo y contra todo lo que el mismo os ofrece».

«Así como el oro se acrisola en el fuego y únicamente en él adquiere su valor real, lo mismo debe sucederás a vosotros que queréis ser verdaderos discípulos míos. Después de todo, mi Reino, por el que todos trabajamos, no es de este mundo sino de aquel inmenso que, eternamente inmortal, sigue a esta corta vida material de prueba».

«Pues mi Reino requiere violencia, y los que no se lo apropian a la fuerza para sí, no lo conquistarán. Mientras uno se encuentre en un lugar cercado y pacífico, bien provisto con todo el sustento necesario para la vida mundana, no hay duda que es muy fácil ser discípulo mío, enseñar mansedumbre a los corderos y saciarlos con agua pura. Pero otra cosa es dominar leones, tigres y panteras y transformarlos en animales útiles; esto requiere más inteligencia, valor, fuerza y tenacidad que amansar corderos ya mansos de por sí.

Por tal motivo tenéis que enfrentar los acontecimientos en Sicar tal como son. Y tendréis que aceptar enzarzaros en una lucha natural, en la cual ya os ayudaré. Pero si os escandalizáis en seguida por la ceguera y maldad de tales malhechores y no hacéis otra cosa sino conjurar al Cielo para que mande un fuego devorador, entonces no os cabrá una suerte mejor que la que os ha tocado.

En casos así tampoco mis ángeles pueden ni deben ayudaros, porque tal servicio estaría justamente contra mi Orden eterno.

Si queréis convertiros en conquistadores de mi Reino, entonces, con el amor más puro y desinteresado, haced una espada afilada de la Verdad pura. Con tal espada luchad valientemente y sin temer a aquellos que, cuanto más, podrán matar vuestro cuerpo, ¡pero nada más!

Y ya que tenéis miedo, entonces temed a aquel que es un verdadero Señor sobre la vida y la muerte, y que puede rechazar o aceptar al alma del hombre.

Quienquiera que pierda su vida terrena en una lucha justa por Mí, en mi Reino le será restituida en toda su plenitud; pero quien aspire a guardar su vida terrena luchando por Mí es un cobarde y en la Vida eterna no tendrá el premio de la corona del vencedor. Pues, ¿qué mérito tendría luchar sólo contra mosquitos y no matar sino moscas? ¡Os digo que tal héroe no merece ni que se ría uno de él!

Otra cosa es que se enfrente a una caterva de leones y de tigres bien armado con una coraza y una espada muy afilada. Si después de abatirlos vuelve como vencedor, se le recibirá con honores y se le erigirán arcos de triunfo, y tendrá un gran premio por su acción heroica.

Así que volved a vuestros hogares, luchad de la manera que os he enseñado, y tendréis una victoria justa.

Podéis estar seguros que Yo sé mejor que nadie cómo Satanás está echando a perder el mundo y que tengo poder suficiente para destruirle totalmente; sin embargo, mi gran Amor y paciencia nunca me lo permitirían.

Porque aquel que intenta vencer a su enemigo destruyéndole es un cobarde, pues no es por su valentía sino por su gran miedo por lo que, matándole, quiere deshacerse de él.

Quien quiera ser un verdadero héroe no debe matar a su enemigo sino con toda prudencia, paciencia, sabiduría y con todo el amor posible, hacer todo lo que pueda para ganarle de corazón. Sólo entonces podrá vanagloriarse de una verdadera victoria sobre su enemigo; su mejor premio será el mismo enemigo conquistado».

Fuente: gej01.201.4,2,5-16

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