Despliegue del corazón

 

Cuando nos embarga el sentimiento hacia nuestro Dios, Padre y hermano Jesú



El abrazo de Cornelio

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Dijo el romano llamado Cornelio:

"Pero cuando llegué aquí me encuentro con la sorpresa de verte a Ti, Señor de todas las maravillas y esto es más de lo que podía esperar. ¡Ahora todo el miedo se ha desvanecido y todo está en el mejor orden!

Ahora Tú, mi queridísimo amigo Jesús, mi santo Maestro desde la eternidad, todo tu Poder no es nada frente a mi grandísimo amor hacia Ti:

¡No podrás evitar que ahora mismo te abrace de todo corazón! Ya lo he hecho espiritualmente todos los días, pero ahora también lo hago real y físicamente".

Con estas palabras Cornelio apretó al Señor casi en éxtasis contra su pecho, cubriendo Su cabeza con besos de cariño y lágrimas de sublime alegría. Una vez haberse liberado del arrebato de su noble corazón, Le fue soltando suavemente y dijo, lleno de emoción:

"Señor y Maestro, Dios y Creador de la infinitud espiritual y material, ordéname qué debo hacer de bien, ya que Tú conoces mi corazón".

Le contestó Jesús:

"Tú también conoces Mi Corazón, haz lo que tu corazón te dice en Mi Nombre y así ya has hecho bastante para ti y para Mí. Pero como por el impulso de tu corazón me has apretado a más no poder como nadie lo ha hecho jamás, un día venidero -después de mi Elevación- aún en esta Tierra te consentiré una Gracia extraordinaria: ni tú ni otro miembro de tu familia sentiréis la muerte corporal.

Esta demostración de tu amor Me ha alegrado hasta mis entrañas, porque Me has dado una prueba como nadie Me lo ha hecho hasta el momento, excepto los niños pequeños que conocen al Padre antes que los adultos. Pero ahora, ¡deja que Yo te abrace también a ti!".

Cornelio, llorando de alegría, dijo:

"¡Señor y Maestro divino, no soy digno de tal Gracia infinitamente sagrada!".

Le dijo el Señor:

"Pues entonces te hago digno. ¡Ven hacia Mí!".

Acto seguido Cornelio vino a Mí y Jesús le abrazó. El abrazo le hizo romper en lágrimas y sollozos de nuevo, de modo que muchos creían que le pasaba algo grave. Sin embargo se dominó y dijo:

"Quedaos tranquilos. No me falta nada sino ahora tengo todo en abundancia y la alegría me hace romper en lágrimas".

El abrazo de Kado

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Cuando Kado se enteró de la venida de Jesús, no esperó ni un instante más, le dio una moneda al mensajero que le trajo la noticia y fue corriendo tan rápido como pudo hacia el Señor.

Cuando llegó casi sin aliento donde el Señor, Jesús se levanta del césped y le ofrece la mano. Pero Kado lo abraza y Le presiona a su pecho y lo llena de muchos besos cordiales y le dice finalmente con un corazón sumergido en completa alegría y bienaventuranza:

“¡Oh, Señor y Maestro, qué alegría más indescriptible me has preparado con tu retorno tan pronto! ¡Oh, somos los más felices porque te tenemos en medio de nosotros que somos pecadores y eternamente indignos! Apenas han pasado tres días, desde que estuviste ausente, pero me parecieron como si fueran tres años, porque nuestra paciencia ha sido sometida a una fuerte prueba debido al enorme anhelo que tiene toda nuestra casa por Ti. Si no hubieras venido hoy, ya me hubiera puesto en camino mañana, lo más temprano posible, y, con nuestros mejores camellos, te hubiera seguido hasta la ciudad de Essea. ¡Oh, pero ahora que has venido, todo está de nuevo perfectamente bien y en el mejor orden! ¡Y ahora, oh Señor y Maestro, Tú que eres nuestro único Amor y nuestra máxima necesidad, ven, ven ahora conmigo para que toda nuestra casa sea superbienaventurada!”

El Señor le contesta: “Tu amabilidad ha refrescado agradablemente Mi Corazón, y Yo iré contigo.”

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