Sermón de penitencia a un obispo

Dice el Señor:

Entonces Yo, como timonel, tomé la palabra y le dije a Martín: 

«Ahora ¡escúchame y presta mucha atención a lo que te voy a decir!

Mira, sé muy bien de qué índole es el mundo, pues conozco cómo ha sido todo el tiempo. Si el mundo no fuera malo, o por lo menos a veces mejor que en otros momentos, ¡no habría crucificado al Señor de la Gloria! Pero si su enorme malevolencia hizo ya esto con la Madera del árbol glorioso, ¡cuánto menos respetará la leña menuda! Por eso al mundo se aplica siempre lo que por la boca del Señor dice el evangelio:
 

En estos días -es decir estando dentro del tiempo del mundo- el Reino de los Cielos requiere  enorme fuerza; ¡lo poseerán sólo quienes lo arrebaten para sí con enorme fuerza!”. Cierto es, amigo mío, que nunca aplicaste una tal enorme fuerza moral al Reino del Cielo.

Por eso mismo no deberías acusar demasiado al mundo; pues, porque según mi conocimiento sumamente claro,  ¡siempre atribuiste en todo más importancia al mundo que al espíritu!

¡Sé muy bien que en este punto fuiste uno de los principales adversarios de todo despertar espiritual y un enemigo de los protestantes a los que perseguiste con gran odio y amarguísima cólera por su aparente herejía!
 

Para ti nunca fue válido el dicho "Si mundus vult decipi!" (¡Si el mundo quiere ser engañado...!), al contrario, tu dicho sin misericordia ni apelación era: "Mundus decipi debet!" (¡El mundo tiene que ser engañado!), y esto "sine exceptione!" (¡sin excepciones!).

Pero Yo te digo que en ninguna parte el mundo es peor que precisamente en tu esfera y en la de tus semejantes.

¡En todos los tiempos fuisteis los mayores enemigos de la luz y hubo épocas en que a cualquiera que pensara un pelo más claro que vosotros le erigisteis una hoguera!

5. ¡No fueron los gobernantes del mundo quienes procuraban introducir tinieblas en sus pueblos sino vosotros, que excomulgabais a los gobernantes si osaban pensar con algo más de claridad que a lo que a vuestro despotismo oscuro, jerárquico y tiránico le agradaba! De modo que si por alguna parte hay gobernantes de naturaleza oscura son producto vuestro; nunca jamás fuisteis vosotros producto de ellos sino, hoy como en todos los tiempos, siempre fuisteis vuestro propio producto.

6. En ciertos países donde no tienen ni la menor noción de la luz es más difícil introducir la pura Luz de Dios. Lo sé. Pero ¿quién tiene la culpa? ¡Únicamente vosotros mismos!

7. ¿Quién os mandó nunca erigir templos y altares propios de paganos? ¿Quién os ordenó celebrar vuestros pretendidos oficios divinos en lengua latina? ¿Quién inventó la remisión de los pecados por dinero? ¿Quién ha quemado Escrituras divinas reemplazándolas por leyendas absurdas de pretendidos santos; quién las reliquias y millones de estatuas y cuadros santos? Ni un emperador ni un conde, ¡sino únicamente vosotros! En todos los tiempos fuisteis vosotros los maestros de obra de las más profundas tinieblas, para obtener en ellas todo lo que pudiera ser útil a vuestro cetro.

8. En general los regentes tienen buena fe y son adeptos de vuestra doctrina. Pero ahora dime, ¿qué fe tenías tú, aun estando muy iniciado en las Escrituras? ¿A quién serviste? ¿Cuánto rezaste, sin ser pagado por ello?

9. Siendo así, ¿como puedes esperar que Dios te tenga alguna consideración, si el mundo no te corrompió sino tú al mundo?

10. En lo que se refiere al martirio que nombraste te digo que más fácilmente habrían podido crucificarte mil veces por la noche de tu amor al despotismo que una sola vez por amor a la pura Luz divina; así que por parte de los regentes poco peligro te habría amenazado si hubieras divulgado la Luz. ¡Demasiado bien sé cómo te opusiste a los regentes cuando querían negarse a tus exigencias que menospreciaban todos los derechos humanos!

11. Conozco pocos casos en que regentes encarcelaran a sacerdotes verdaderamente iluminados o, como tú pretendes, los despacharan al mundo de los espíritus; lo que sí sé que en muchísimos casos lo hicisteis vosotros mismos con aquellos que osaron vivir algo más conformemente a la palabra de Dios.

12. ¿Crees acaso que el antiguo Dios ya no es tan poderoso como en tiempos de los apóstoles, para que a aquel que es listo como una serpiente y al mismo tiempo manso como una paloma, y que anda en los caminos del Señor, no le pueda ayudar si está perseguido por el mundo?

13. Te digo que además de a Lutero podría nombrarte aún a muchos hermanos que en tiempos muy oscuros se atrevieron a profesar la palabra de Dios ante todo el mundo. Y los regentes no le cortaron la cabeza a ninguno; sin embargo, ¡mal lo pasó aquél de espíritu algo más puro que cayó en vuestras manos!

14. Espero que aquí donde no cuenta nada más que la pura Verdad, unida al Amor eterno, reconozcas que todas tus excusas no sirven para nada. ¡Lo único que ante el Señor cuenta es tu “Mea quam máxima culpa”! Que te conste que el Señor conoce el mundo hasta en su más minúscula fibra, ¡mejor que tú lo conocerás nunca! Por eso sería una gran insensatez que, pese a que dices que no te quieres disculpar sino sólo que el Señor considere tu caso, le quieras explicar cómo es el mundo para disculparte. ¿Cómo así, si tú mismo fuiste un maestro en corromper el mundo ?

15. No serás privado ni en un solo pelo de la consideración que merezcas por ser cautivo del mundo; pero en lo que le reprochas no tendrás consideración alguna. Lo que el mundo te debe, ante Dios será arreglado con una cuenta pequeña pero tú culpa ya no encontrará un arreglo tan fácil, a no ser que, lleno de arrepentimiento, la reconozcas, y que reconozcas que sólo el Señor, y nunca tú que eres y siempre fuiste malo, puede arreglar todo y perdonártela.

16. El infierno te da mucho miedo porque tu conciencia te dice que lo mereces y que Dios te arrojará a él como una piedra a un abismo. Lo que no piensas es que el infierno que temes existe solamente en tu imaginación, ¡mientras que en el verdadero encuentras un placer tan grande que no quisieras salir nunca de él!

17. Todo lo que hasta ahora has pensado ha sido ya, en el sentido más verdadero, infierno en mayor o menor grado. Porque donde aun queda el más mínimo rastro de egoísmo, de obstinación y de acusación de otros: ¡eso es infierno!

En donde la apetencia carnal no ha sido aun libremente rechazada, allí todavía hay infierno.

Todavía llevas pegado todo eso, ¡de modo que todavía estás muy metido en el infierno! ¡Mira pues, qué vano es tu miedo aquí!

18. Pero el Señor, que tiene misericordia de todos los seres, quiere sacarte del infierno y no, según tus dogmas romanos, hundirte aún más profundamente en él. Así que vale más que en adelante no esperes que a aquél que obstinadamente quiera ir al infierno el Señor le diga: “Si te empeñas tanto en ir al infierno, ¡que así sea!”.

19. ¡Pensarlo es una gran insolencia! Tú eres uno de aquellos que no quieren privarse del infierno, ¿pero cuándo pronunció el Señor parecida sentencia sobre ti?

20. Considera mis palabras y actúa conforme a ellas, y Yo conduciré esta barca para que desde tu infierno te lleve al reino de la vida, ¡así sea!».



Fuente: Obispo Martín, capítulo 15. Recibido por Jakob Lorber.
 El sermón de penitencia del navegante divino dirigido al obispo Martín

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