La pobreza es no es un castigo, sino un regalo de Dios
Dijo el anciano: «¡Si Dios no nos ayuda, poco nos falta para que muramos todos! Por favor, ¡ayudadnos tanto como podáis! Si los malvados siervos de Herodes no nos hubieran quitado incluso toda la ropa que teníamos encima, entonces por lo menos podríamos ir a pedir limosna. Pero ¿dónde nos podemos presentar en estas condiciones? Las poblaciones más cercanas están demasiado lejos para nuestros niños, y nosotros estamos desnudos como el día que nacimos. Dios mío, ¿por qué, justamente nosotros, tuvimos que volvernos tan sumamente miserables? Oh, Jehová, ¿cuáles de todos nuestros pecados ante ti nos han hecho incurrir en este castigo?». En este momento Yo me aproximé al anciano y le dije: «Amigo, esto no es consecuencia de vuestro pecado, que ante Dios es el más insignificante de Israel, sino que lo hizo el Amor de Dios. Erais los más puros de todo Israel; sin embargo, aún había ciertos deseos adheridos a vuestras almas. Pero como Dios os ama, viéndolo, os quiso liberar de todo lo mun