Cómo arder en amor (Modelo Jarah)


El Señor:

La muchacha, la más pequeña llamada Jarah, se sentó rápidamente a Mi lado y empezó a acariciarme con ternura y abrazarme pegándome a su corazón.

Sin embargo, Ebalo, su padre, le riñó diciendo que eso no era de buena educación.

Mas Yo le dije: «Amigo, permíteselo porque ella ha escogido lo mejor. A ti y a todos os digo: quien no venga a Mí como esta muchachita, no encontrará el camino del Reino de Dios; ella ya lo ha hallado. Si queréis ganar la Vida eterna tenéis que venir a Mí con un amor intenso.


Esta muchachita, con lo que hace, muestra lo que siente su corazón. En cambio vosotros habláis prudentemente y mantenéis fríos vuestros corazones. ¿No comprendéis en realidad todavía quién soy?».


Acto seguido todos se arrodillaron, y Ebalo me besó los pies. Después me dijo con profundo respeto: «Señor, lo he sentido desde hace mucho tiempo, pero me faltaba valor para decirlo».

«Pues no castigues a la muchachita que a todos os animó para que vinieseis a Mi lado sobre las aguas del mar», le contesté. «Y ahora ha vuelto a animaros para que Me améis. ¡Cuánto amor le tengo! Ella ya posee lo que vosotros aún tendréis que buscar y no hallaréis pronto. ¡Empeñaos en el verdadero amor a Dios y al prójimo y tendréis en abundancia la Gracia y la Bendición desde arriba!».

«Señor», dijo el capitán, «aparte de mi esposa y de mis hijos que viven en Roma, no he sentido amor por nadie, pero siempre he actuado con sinceridad y justamente. Nunca apliqué la ley con rigidez sino con templanza, y no me ha ido mal así. Pero ahora siento que se puede amar efectivamente a los hombres y hacerles el bien por amor, lo que significa hacer a los demás, según se pueda, lo que quieres que te hagan justa y necesariamente a ti. Esto es el amor al prójimo.

Al amar al prójimo de esta manera, también se ama al mismo tiempo a Dios. Como Dios mismo es el Amor único y perfecto, por cuyo amor ha creado el mundo sensible y el espiritual, el amor al prójimo despertará consecuentemente el amor a Dios en el hombre creado por Él, y el hombre amará con todas sus fuerzas a Dios, maravilloso creador de todas las cosas.

Después de lo que he visto y oído de Ti en estos días, creo sin duda alguna que Tú eres el Creador mismo, o si no su Hijo desde la eternidad, que te has encarnado en un cuerpo humano de la Tierra para enseñarnos a conocerte a Ti y a Dios. Es pues necesario que yo Te ame también sobre todas las cosas. Aunque no tenga el valor de acariciarte como lo hace esta tierna muchachita, Te abrazo en el corazón y Te glorifico. Creo que hago bien así».

«Está bastante bien», le dije. «Pero mejor es todavía que ese amor crezca como el de esta muchachita. ¡Miradla cómo arde de amor por Mí!».

Fuente: gej2.112

Comentarios

Entradas populares de este blog

Tuyo soy, para Ti nací - Poema Teresa de Jesús

Cuerpo, alma y espíritu

El café, las arañas y la Coca Cola