El Amor de Dios dijo: “Hagamos al hombre”

«Adán tenía el poder de hablar con toda la Creación, y no hubo ni un solo Sol colocado demasiado lejos de él para que este no hubiera podido entender sus preguntas... ni tampoco el espíritu angélico más sublime se habría atrevido a desatender una pregunta del gran demandante».

El siguiente pasaje describe un momento en el que Dios, después de haber creado todo el universo, desde soles y planetas hasta vegetación y animales, reflexiona sobre su obra. Dios ve que todo es perfecto y está en armonía con su santidad. En ese momento, su amor interior se manifiesta y habla dentro de Él. Dios decide crear al ser humano como una imagen perfecta, reflejando su amor y gracia. El propósito es que los seres humanos vivan una vida independiente y, a través de ellos, todas las criaturas puedan ser redimidas y recuperen la conciencia de su existencia llena de propósito, que proviene de Dios.

Dice el Señor a través de un oso:

«Después de que Dios todopoderoso creó todos los soles, tierras, lunas, toda la vegetación y todos los animales, y vio que todo era perfectamente bueno y de acuerdo con su Santidad, Su Amor habló dentro de Él y dijo:

“Ahora que todo está preparado, hagamos también al ser humano como una imagen perfecta proveniente de Mí, una que refleje Mi Amor y Mi Gracia. Así, seremos reconocidos por una vida independiente fuera de Nosotros, y todas las criaturas podrán ser redimidas a través de este hombre, recuperando así la conciencia libre de su existencia llena de propósito, existencia que proviene de Mí”».

Y ved, dicho y hecho: Después de pocos instantes hubo un hombre libre y eterno en plena majestad, dotado de toda clase de perfecciones y privilegios, y de facultades extraordinarias para alcanzar perfecciones aún infinitamente mayores en lo que se refiere la semejanza con su origen tan sumamente santo... para que pudiera volverse semejante a su gran Dios.

Este hombre tenía el poder de hablar con toda la Creación, y no hubo ni un solo Sol colocado demasiado lejos de él para que este no hubiera podido entender sus preguntas... ni tampoco el espíritu angélico más sublime se habría atrevido a desatender una pregunta del gran demandante.

Y Dios mismo, visible a su amado, habló con él como un hermano con el otro: “Mira, mi amado Adán, no para ponerte a prueba, sino para hacerte totalmente libre y por lo tanto igual de poderoso que Yo, durante poco tiempo te daré un mandamiento muy fácil de cumplir, hasta que pronto vuelva a ti. Si has cumplido con él, entonces Me quedaré contigo y, a Mi lado, tendrás todo de Mí como si todo fuera de los dos.

Mira, todo tiene que ceder a tu poder; pero no muy lejos de aquí ves un árbol lleno de frutos preciosos –– pero éste aún no te lo he bendecido por una razón muy precisa. ¡Por esto no pruebes su dulce jugo, porque el día en que lo pruebes antes de Mi vuelta pecarás y caerás en la perdición!... Te volverás débil, ciego, sordo y mortal... Oh, mi amado Adán, estas palabras de tu Creador cariñoso, ¡tómalos muy a pecho y no Me estropees la mayor Obra de Mi Amor y Mi Sabiduría hasta aquí ya prosperada!

Porque ahora ya no depende de Mí y Mi Omnipotencia, sino exclusivamente de ti –– tras la libertad de tu voluntad que te he consentido.

¡De modo que ahora es cosa tuya si prosperas o si caes en la perdición! Por eso, ¡cumple con este mandamiento tan fácil y vuélvete un segundo Dios surgido de Mí y dentro de Mí!”.

Pero ved, apenas habían pasado siete días cuando este primer hombre por Dios colocado tan sumamente alto y libre, por el aspecto seductor de su segundo yo se volvió débil, sordo y ciego, y aun así –– indignado pero consciente de que era en perjuicio de él mismo, se volvió desobediente ante el mandamiento de su santo Creador tan sumamente bueno, olvidándose de Él.

Acto seguido, ante los ojos del sacrílego arrepentido, el Eterno y Santo destruyó toda la Creación visible; y ni una piedra mayor que una manzana se libró de su destrucción, ni tampoco animal alguno aunque hace milenios antes del hombre ingrato hubiera ya habitado con gratitud las campiñas todavía áridas de la Tierra. De modo que todo fue destruido por el fuego de la ira divina.

Dios ya no consideraba nada como sagrado... aunque fuera culpable o no; porque a su gran ira todo esto le daba igual. Y en los espacios infinitos a toda criatura su voz horriblemente poderosa tronaba su exterminio eterno. Los mundos temblaron derrumbándose en sus fundamentos y, ante el semblante irritado de Dios, los fragmentos volaron de una infinidad a otra.

Aun así estaba ocurriendo algo que ni un ángel comprenderá en toda la eternidad: Mientras que Él, el Santo, en su ira a causa de la profanación por el pecado del gran sacrílego con su diestra estaba destruyendo todo, ¡su mano izquierda igual de santa protegió al pecador que lloraba a lágrima viva!

Y solamente una pequeña lágrima del pecador cayó en el ojo de la Divinidad que estaba echando chispas de ira –– y ved, toda ira desapareció...

Desde los espacios infinitos ya sonreía una nueva Creación al hombre desobediente, y en la Tierra y todos los mundos de nuevo hubo incontables criaturas felices al servicio de él.

Tras la remisión de su pecado continuó como antes, todavía durante treinta años, dotado de todo poder y toda fuerza. Pero luego volvió a caer porque en su orgullo y el delirio de su lascivia se olvidó de su Creador tan lleno de Amor.

El Creador le desterró del paraíso, más bien llevándole en brazos, y en otra parte el desierto tuvo que brotar cuando el gran pecador tan sólo lo pisaba con los pies.

Al fratricida Caín le “castigó” con unas tierras sumamente fértiles porque había llorado su crimen. Además, le liberó de las garras de su hijo Hanoc y le regaló parte del mar con sus tierras... Como también a Meduhed y su gran pueblo... Y recientemente su infinito Amor vuelve a manifestarse en vosotros... ¡Y su corazón no está cerrado ni siquiera ante Lamek, el mayor de los sacrílegos!

Oh, seres humanos indignos, sed conscientes del gran Amor que Dios siempre os guardaba –– y todavía os guarda a pesar de vuestros pecados indecibles.

¡Oíd su voz por mi boca que os anuncia su Gracia y mirad allí en dirección de mediodía donde veis una gran tierra ya bien preparada para vosotros, y sed conscientes de que su Corazón lleno de Amor os protegió invisiblemente ante nuestra ira justa!

Y escuchadme: En el mismo momento en que habré terminado mi discurso y vosotros os echéis al suelo ante su Amor, Él os mandará un ángel visible que os acompañará cariñosamente a esas hermosas tierras ya nombradas.

Oh hombres, ¡tened en cuenta lo que es Dios, lo que sois vosotros y lo que podríais y deberíais ser en el ámbito de su Amor infinito...

Pero vosotros que sois los agraciados de Dios, considerad también qué y quiénes somos nosotros, los pobres animales despreciados; e igual que Él abraza con su Amor a todas las criaturas de manera desinteresada, ¡hacedlo vosotros también, porque también nosotros los seres mudos nos alegramos de la vida!

Por esto, en el ámbito de vuestro amor que surge de Dios, haced que al gran día venidero también a nosotros nos brille una nueva Luz de la Vida libre de Dios, en la que toda criatura va a vivir eternamente.

Y ahora echaos al suelo ante Dios, vuestro Padre santo y, arrepentidos, llorad lágrimas del verdadero amor... y luego permitid que la suave mano del Creador todopoderoso, que ahora también es vuestro Padre cariñoso, os levante y con su diestra os lleve a esas tierras nombradas; para que allí os volváis un pueblo conforme las explicaciones que Él aún os dará por su propia santa boca mediante un gran ángel fraterno».

Fuente: «El Gobierno de Dios», tomo 1, cap. 36, recibido por Jakob Lorber. Leer completo: click aquí GobD 1.36

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