¿Es ligero Mi Yugo?

Dice el Señor (hace unos 2000 años): 

“¡Quien oye Mi Palabra, cree en ella, la guarda dentro de sí y actúa conforme  ella, él llegará a la semejanza con Dios, tendrá dentro de sí la vida eterna y será eternamente bienaventuradísimo y se convertirá en un verdadero Hijo de Dios!

Pero vosotros no debéis imaginaros que esto sea extremadamente difícil y complicado de obtener; sino todo lo contrario, es decir, muy fácil; porque Mi Yugo, que Yo os pongo sobre la cerviz a través de Mis Mandamientos, es suave y la carga, que Yo os doy para sobrellevar, es ligera. 

Pero en los días de esta época oscura, el Reino de Dios sufre violencia, y quienes quieran poseerlo deben arrancarlo con fuerza para sí mismos; esto quiere decir, que ahora se ha vuelto difícil renunciar a todas las viejas y oxidadas costumbres que han echado profundas raíces en el hombre a causa de los atractivos y las tentaciones del mundo. Así pues, se trata de despojarse completamente del hombre antiguo, como de una túnica vieja y desgarrada, y vestirse de un hombre completamente nuevo, hombre inspirado por Mi Doctrina.

Pero cuando, en tiempos posteriores, los niños ya sean educados según Mi Doctrina y se hayan hecho hombres, colmados de buena y fuerte voluntad, en armonía con Mi Doctrina misma, entonces el yugo que habrán de llevar será muy ligero.

¡Mi Doctrina, en sí, es muy concisa y facil de comprender, puesto que ella no exige al hombre nada más que crea en un único verdadero Dios, que Le ame por sobre todas las cosas como el buen Padre y Creador, que ame al prójimo como a sí mismo, es decir, que haga al prójimo todo aquello que razonablemente él pueda desear que su prójimo haga por él.

¡Ahora bien, indudablemente cada hombre, con seguridad, tiene tanto amor para sí mismo, por lo que no deseará que su prójimo quiera hacerle algo malo; en consecuencia, que se abstenga de hacer algún mal a su prójimo!

¡No devolváis nunca mal por mal, sino haced el bien incluso a vuestros enemigos, y así habréis dado un gran paso hacia la semejanza con Dios que hace surgir Su sol sobre buenos y sobre malos! 

La ira y la venganza deben salir de vuestros corazones, y en su lugar deben de entrar la misericordia, la bondad y la mansedumbre.

Una vez cumplidas estas condiciones, entonces la perfecta semejanza con Dios ya no está muy lejana, y esta es precisamente la meta hacia la cual todos vosotros debéis aspirar exclusivamente.

¡Pero, como ya os he dicho, precisamente en esta época, esta tarea no es tan fácil como alguno podría imaginarse.

¡A cada uno le costará un cierto y inevitable esfuerzo!


Sin embargo quién combata valientemente puede estar seguro de su victoria y, en verdad, el premio de la victoria no quedará en el camino; en cambio, quien se mostrare cobarde y sin valentía, obtendrá también el premio de un cobarde. Aquí se dirá: 'Si tú hubieras luchado, también hubieras vencido, pero ya que has esquivado la lucha, para nada puedes pretender el premio que le corresponde al vencedor, por lo tanto debes echarte la culpa a ti mismo que debas abandonar el campo de la vida sin ningún premio como un cobarde.'

Ahora pienso que nadie debe esquivar el combate, considerando el alto premio destinado al vencedor.


Pues, Yo Mismo soy Quien os dice estas cosas, y pienso que no precisáis de una prueba mayor si creéis que Yo soy el Mismo por el Cual Me habéis reconocido,”
gej07.139-140



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